Entrevista
Alan Ojeda: “De la poesía han nacido todas las religiones”
Por Julián Álvarez Sansone
- 28-02-2022

Alan Ojeda es Licenciado en Letras (UBA), Técnico superior en periodismo (TEA) y se encuentra realizando la tesis de maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Tres de Febrero. Es docente de escuela media, periodista e investigador. Coordinó los ciclos de poesía y música “Noche Equis” y “miniMOOG”, y condujo el programa de radio Área MOOG; colabora con diversos portales digitales realizando reseñas y entrevistas. Es editor de Código y Frontera, la revista digital del CBC. Publicó los poemarios Ciudad Límite (Llantodemudo 2014), Devociones (Zindo&Gafuri 2017) y Pirofanías (Caleta Olivia, 2021). Es integrante del FiloCyT Escritura de Dios: Borges y las religiones. Actualmente se encuentra realizando investigaciones sobre literatura y esoterismo y es Co-organizador del Festival de Poesía del Riachuelo.
En esta entrevista, el poeta Alan Ojeda nos cuenta sus inicios en la literatura y cómo fue el proceso de escritura de “Pirofanías”, su flamante poemario editado recientemente por Caleta Olivia en donde el fuego y las epifanías tienen un rol central. También, reflexiona sobre los nexos entre poesía y religión, y nos presenta una “poesía sin clonazepan”, una poesía fuerte, repleta de cuchillos, espadas, katanas y escenas fuertes.
¿Cómo fueron tus inicios en la literatura?
No hay ningún mito de origen muy loco. En casa no había libros ni se leía, pero me iba muy bien en las materias sociales y humanísticas. Mis profesoras de lengua de 3ro, 4to y 5to (Ana, Nora y Cristina) me fueron guiando bastante. Tenía un intercambio muy personal con ellas. Me prestaban libros, leían las cosas que escribía, etc.
Para 4to año ya sabía que iba a estudiar Letras y nunca me arrepentí de esa elección. La carrera fue también un espacio muy importante, tanto por el contacto con pares como por las lecturas de la carrera. Para alguien como yo, de clase media baja, criado en Mataderos y primera camada de universitarios de la familia, valoro esa formación. Me genera cierto rechazo la gente que adopta la postura de criticar a la universidad porque “no satisface sus expectativas” en lo relacionado a la escritura. Como si la universidad tuviera la obligación de enseñarles a escribir poesía o narrativa. Hay algo que no entiendo ahí. Es como si algunos esperaran que la universidad los transformara en escritores. Aprender a leer sirve para aprender a escribir. Si lees Vallejo o Daumal o Rimbaud y no te da ganas de escribir, si te aterra la página en blanco…quizá no tenés que escribir. Si no te das cuenta que escribir implica un trabajo particular con la forma y su devenir, quizá lo que estás haciendo es otra cosa, pero no literatura. Si lo que querés es nada más que la gente te lea y se identifique con lo que vos decís, que se identifique con tu experiencia, quizá lo que te mueve es el narcisismo, pero no la literatura.
Básicamente, para resumir, mi inicio en la literatura fue darme cuenta que había cosas que leía en la secundaria y eran un desastre (como algunos libros de Isabel Allende) y otros que, en cambio, producían un salto cualitativo en mí como lector. Había libros que me desestabilizaban, me conmovían y, sobre todo, multiplicaban las dimensiones en las que podía pensar las cosas. No eran libros serviles de la cultura, eran textos que se resistían. Era la literatura como conflicto, como campo de batalla, como terreno de disputa de muchas cosas.
En general, ¿Qué te motiva a escribir?
En primer lugar, el placer. En segundo lugar, producir síntesis. Escribir es encontrar la mejor forma de decir lo que querés decir, encontrar la forma justa. Es una cuestión de efectividad que nada tiene que ver con el latiguillo burdo y efectista. Todos vimos pelis románticas de Hollywood, todos vimos producciones pochocleras. Ya sabemos cuáles son los recursos (los más bajos) para producir un efecto en el otro. Es tan sencillo como apretar la botonera de representaciones culturales ya asimiladas. La pregunta es ¿Cómo encontrar nuevos caminos en la sensibilidad de los otros? En ese sentido, yo creo que en la psiquis humana hay un acervo de símbolos, de imágenes, que pueden ser activadas a través de diferentes medios. Me interesa tocar esa memoria, reelaborar de distintas formas esas metáforas y símbolos que siempre están ahí. Fuego, agua, aire, tierra. Son infinitas las metáforas y los mundos que podemos crear a partir de ahí. En ese sentido, soy un creyente de que lo original no se produce en un salto hacia adelante sino hacia atrás. Desandar el camino hacia el origen da mejores resultados que caminar en falso hacia adelante apoyados en una ficción del progreso lineal que es bastante poco promisoria. Prefiero escapar a la lógica de “la novedad”.
“El poemario también tiene ese tono porque me siento en las antípodas de esa escritura lacrimosa, deprimente, depresiva, carente de toda fuerza vital. ”
En particular, ¿Qué te llevó a escribir "Pirofanías" (Caleta Olivia, 2021)?
El libro está compuesto de dos libros. El primero, El señor de la Guerra, salió hace un par de años en una edición de autor. Es, casi, un libro de aforismos. Me gusta el tono de las sentencias. Esa parte la pensé en relación a los emblemas que ilustran el poemario y que funcionan como procesos propios de la psiquis de un guerrero (metafísico) y lo que implican esos procesos en la depuración del carácter en su camino a una forma de diálogo con el mundo. Es la idea de un guerrero que no necesariamente pelea contra otro humano sino contra lo inauténtico. Es un guerrero de la reconciliación o religación con el mundo: naturaleza, animales, fuerzas elementales. Por ejemplo, la imagen de la espada en el poema de las katanas. Una katana deja pasar los pétalos sin cortarlos y sale seca del agua. ¿Por qué? El poemario también tiene ese tono porque me siento en las antípodas de esa escritura lacrimosa, deprimente, depresiva, carente de toda fuerza vital. Poesía con clonazepam, poesía barbitúrica, benzodiapoesía. Frente a eso: martillazos, sentencias, cuchillos, espadas, piel curtida. “Hablaré para que mis palabras avergüencen a mis acciones”, decía René Daumal. Yo quiero ser guerrero, yo quiero ser fuerte, y por eso escribo así. ¿Para qué reproducir lo que ya está? Para eso están los noticieros, los diarios y los “poetas” de redes sociales.
Pirofanías, la parte que da nombre al libro, es un experimento más complejo. Es una reconstrucción del mito de la caída, la sociedad y el culto que forma. Podemos pensar en una sociedad “cainita” o de ángeles caídos. Ahí retomo la tradición del mito, de la narración mítica. Hay una instancia “paradisíaca” o de convivencia con los animales, de los que se aprende. Después está la caída en sí, la sociedad de los caídos, su sufrimiento y sus deseos, y el culto. Esta última parte la trabajé con el tarot, usando los bastos y algunas lecturas kabalísticas, porque los bastos son el elemento fuego.
Siempre que escribo hay una mediación formal particular relacionada con una tradición filosófica, mística o religiosa. En 2020 escribí una plaqueta llamada Shinto o cómo nos habitamos (Frey Chinelli ed, 2020), donde la experiencia del amor, de la convivencia, de lo que pasa en el después de una relación, está pensada a través de la filosofía animista del Shinto. La supervivencia del amor en los objetos, en los espacios, la creación de un lenguaje particular, la pérdida de los nombres, la creación de esa tercera persona que parece tener su propia entidad y que es “la relación”, encuentran su lugar en el Shinto. Podría haber escrito un poemario de amor, simplemente repitiendo lo que ya todos decimos sobre el amor, hacer algo confesional sobre separarse, pero no. Escribir es también suturar mundos que parecen lejanos, construir nuevas relaciones.
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¿Qué esperás que los lectores encuentren en este poemario?
Que despierte un mínimo movimiento de religación. Que sientan que se les ofrece un libro para que lean sin ser subestimados. Espero que encuentren poemas que buscan, aún hoy, un camino que se toca con las tradiciones religiosas que nos atraviesan a todos: judaísmo, cristianismo, tradiciones místicas occidentales, etc. De la poesía han nacido todas las religiones. Prefiero creer que al volver a eso nos conectamos de nuevo con esa memoria, y que esos recuerdos no son ajenos a nadie. No hay persona que, por “civilizada” que sea, no quede absorta frente a las brasas y el fuego, cuando está en silencio en la oscuridad.
La verdad que desconozco quienes me leerán. Estoy un poco afuera del círculo de amigos de la poesía que se recomiendan mutuamente. Agradezco a Gabo que confió en el libro y decidió editarlo. Ahora habrá que esperar a que siga circulando y que llegue a manos, preferiblemente, de gente que no esté demasiado metida en el ámbito de la poesía. No me interesa tanto que lo lea gente que ya conozco, que me conoce, que sabe lo que escribo. Para esas lecturas ya tengo a varios amigos que son capaces de criticar sin piedad, y por eso los quiero. Porque amigos no son esos que sólo te soban el lomo.
¿Por qué decidiste que el título fuera ese y no otro?
Es un juego con la idea de “epifanía”. Normalmente, lo que nosotros llamamos epifanía es lo que festejamos el 6 de enero: la manifestación de Cristo. En este caso es una Pirofanía, una manifestación del fuego, una revelación del fuego. Ya que parte del poemario juega con la caída, con el primer ángel, con reinterpretaciones de versículos bíblicos, me parecía adecuado.
Llama la atención de esta obra que tiene muchas ilustraciones y no tiene contratapa. ¿Por qué se decidió que, a diferencia de otros libros de la misma editorial, no tenga contratapa?
Si el libro tuviera que tener algún paratexto, preferiría que fuera un postfacio o algo así, donde alguien hiciera una lectura, como pasó con Devociones, que tampoco tenía contratapa. La contratapa, en general no dice nada, es un lugar donde lucir las citas de algún autor que te hizo el favor para que la gente lo lea y diga “Ah, X dice que este libro es una joya”. Como paratexto es más una herramienta de marketing que otra cosa. Prefiero que se luzcan bien las imágenes de tapa y contratapa que dibujó mi amiga Ailén Croharé, y que si alguno está interesado agarre el libro y lo abra. Si le da curiosidad, si un verso lo toca, que lo compre. Prefiero que el libro contenga fuego, pero que esté libre de humo.
Al leer los poemas de este libro uno puede notar que tu escritura se caracteriza por un estilo marcadamente abstracto. ¿Coincidís con el diagnóstico?
No sé si abstracto. ¿Conceptual quizá? Pirofanías es menos conceptual y con más imágenes que los poemarios anteriores. Hay imágenes, hay narraciones, no lo creo abstracto. Hay poemas que funcionan como parábolas, hay citas de los evangelios, eso me parece bastante concreto. Quizá parece abstracto al lado de los poemas que escriben sobre el porrito, la placita y el amorcito que mordió el vaso por demás otra vez en un boliche del conur. Frente a los textos que parecen anecdotarios de separaciones recientes, confesiones de chixs de clase media con problemas de clase media que quieren hacer universales, si, puede ser abstracto hablar de espadas, guerra, fuego, desierto, etc. Pero son símbolos, y nada más concreto que un símbolo. ¿Es abstracto un guerrero rezándole a un puñal mientras piensa en su enemigo?

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Sabemos que sos organizador del Festival de Poesía del Riachuelo (FRP)... ¿Qué nos podés anticipar de las futuras ediciones?
Co-organizador. La idea central es de Carlos Godoy, poeta, gestor cultural multiforme y amigo. También participó de la gestión del año pasado Pablo Arraigada, investigador, poeta y traductor de poesía eslovena. Recientemente ganamos el Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires y conseguimos el apoyo de Fundación Santander. Lo ideal era poder hacer algo en febrero, pero no se pudo. Posiblemente a fines de marzo se realice el festival nuevamente.
Nos interesa darle una nueva vida al sur de la ciudad. Es un lugar culturalmente demasiado importante como para regalárselo a la especulación inmobiliaria y al turismo nada más. Es una zona con mucho potencial y nos gustaría que el festival se transforme en un evento de referencia de Buenos Aires y del país.
¿En qué otro proyecto literario estás trabajando?
Tengo un par de proyectos dando vueltas, que se fueron armando a lo largo de estos dos años. También es algo muy fragmentario que recorre el aforismo, el ensayo y el poema. También sería un libro doble: Piedra y milagro/Signos
Este es uno de los poemas:
“No tenés la culpa.
Yo también la vi con decisión definitiva
y fatal. Doblé las formas del tiempo y el espacio
para acercarme a su palabra.
Pero a vos te alcanzó la Fortuna:
tiempo y lugar dijeron tu nombre,
y la palabra te fue obsequiada, sin esfuerzo,
sobre la palma. Se debaten la magia y el milagro.
Fatal, también, rechacé el milagro, como Aquiles
rechazó la vida larga por la intensa historia.
De magia ya no sé nada, agoté las armas.
Nada de armadura entregada por Tetis.
Así, puro talón a la pérdida.
No tenés la culpa. No alcanza la épica.
Temprano conocemos que no hay dios juicioso
porque no hay amor que lo sea,
y la fortuna no es hija del mérito.”
¿Dónde y cómo se consigue?
Creo que hay libros en librerías de casi todo el país. Pueden meterse en la página de Caleta Oliva y ver qué librería les queda cerca. Si no, Mercado Libre. Si son de Capital Federal, no van a faltar lugares donde encontrarlo. Quizá encuentren, incluso, algún ejemplar de Devociones (Zindo&Gafuri, 2017)
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Julián Álvarez Sansone es politólogo y escritor.