Opinión-Política
Viernes, 29 de junio 2018
Autoritarismo competitivo en el populismo boliviano
Por Laura Gonzales
Dictadura, un concepto muy utilizado para definir el sistema de gobierno actual en Bolivia y que estuve escuchando con mucha frecuencia en los últimos meses. Personalmente, opino que es una definición errónea y bastante extremista. Tampoco afirmo que existe una democracia pura donde libertad, justicia y razón gobiernan. Porque la política no es blanca o negra, tiene muchos matices y colores, se puede analizar y entender desde muchos puntos de vista. Entonces digamos que el sistema político boliviano es de color naranja, porque no es ni dictadura ni democracia, es una mezcla abstracta e imperfecta de ambas. Levitsky denomina a este fenómeno como “autoritarismo competitivo”.
Para Levitsky son cinco los criterios que definen a los Estados democráticos: 1) Los cuerpos ejecutivo y legislativo son elegidos a través de elecciones abiertas, libres y justas; 2) virtualmente todos los adultos tienen derecho a votar; 3) los derechos políticos y las libertades civiles, incluida la libertad de prensa, la libertad de asociación y la liberad de criticar al gobierno sin represalias, son ampliamente protegidos; 4) las autoridades elegidas tienen autoridad real para gobernar y no están sujetas al control tutelar del ejército o a los líderes religiosos. 5) la existencia de igualdad de condiciones entre el incumbente y la oposición. Obviamente los Estados autoritarios son aquellos que no cumplen con ninguno de estos cinco criterios.
En los regímenes autoritarios competitivos las instituciones democráticas formales son ampliamente vistas como medios principales para obtener y ejercer la autoridad política. Asocio mucho este concepto con los regímenes populistas que existieron y existen en la región latinoamericana, hoy. Un caudillo buena onda, dando discursos bonitos y prometiendo acabar con todos los problemas sociales de aquellos quienes fueron rechazados y olvidados en el pasado. El discurso puede ser perfecto, pero también es un arma de doble filo: Los populistas buscan legitimidad y apoyo de bases sociales vulnerables para que sus decisiones tengan cierto respaldo político, por muy antidemocráticos que puedan llegar a ser. Toman decisiones en nombre del pueblo, cuando posiblemente solo buscan satisfacer sus propias necesidades. El poder que ejercen los gobernantes tiene un nivel de apoyo tan alto, que es muy sencillo que sostengan un soporte electoral y popular.
El presidente Morales obtuvo más del 60% del apoyo electoral el 2010 y tuvo la capacidad de hacer todo lo que quiso. La carretera en el TIPNIS, construir el nuevo palacio de gobierno, el referéndum del 21 de febrero, la petición al TCP para la modificación del artículo de la Constitución Política del Estado, creó un nuevo código penal, etc. En fin, jugó en un tablero en el que no había contrincante, pudo mover las piezas a su antojo porque tenía el apoyo de todas las instituciones y órganos del Estado. Y su discurso siguió siendo el mismo: realizó todo en nombre del pueblo, incluso cuando la población se negó a la construcción de la carretera y se exigió el respeto a los resultados del 21F.
Definitivamente me es imposible tachar al autoritarismo competitivo como un fenómeno bueno o malo. Al parecer el comportamiento semi autoritario de un gobernante se determinará por el empoderamiento exhaustivo que se le otorgue durante un periodo bastante largo de tiempo. En ese sentido, concluyo que la política boliviana, hoy, no es autoritaria, más bien es autoritaria competitiva. El 2019 la oposición aún tendrá la oportunidad de presentarse en las elecciones generales, tendremos que ver cuál es la chance que tienen de ganar. También tendremos que decidir qué tipo de gobernante queremos para las futuras gestiones. Alguien que nos promete cosas bonitas pero no las cumple o a una persona coherente que hace lo que dice. En fin, nosotros los ciudadanos, tenemos el poder de cambiar el color de nuestra política estatal.
Laura Gonzales es estudiante de la carrera de Ciencias Políticas.