Opinión

Caminando Sobre Metralla

Suele decirse que las ratas muerden más duro cuando están acorraladas, tal vez eso sea lo que está pasando

Por Diana Sofía Prag

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(Fuente: otrasvoceseneducacion.org )

Me levanto de la cama y solo tengo ganas de llorar, abro mis ojos, estiro mis brazos y pienso en este clima frío de Bogotá. Pienso si acaso la lluvia sabe de la sangre derramada en las calles de Colombia y trata de lavarla; pienso si acaso existe una salida para un país con su adicción a la autodestrucción. Yo creo que sí.

Las gotas golpean en mi ventana, me invitan con su insistencia a acompañar al cielo en llanto. Desde temprano se siente un vacío y una impotencia por todas aquellas almas que fueron arrebatadas sin justificación alguna. Abro Twitter, que mala idea; solo veo entonces historias de gente que, a diferencia mía, no ha tenido las mismas oportunidades y prefiere salir a morir luchando en medio de noches cubiertas por diluvios de plomo y brumas lacrimógenas.

Se escuchan los lamentos desgarradores de madres muertas en vida, —no es justo tanto dolor— pienso, luego caigo en cuenta que esta ha sido la historia del país. Pues bueno, ya es claro que Colombia se cansó de ser una fosa común. Me miro al espejo y me da pena mi propia cobardía, me sabe mal la boca, escupo para evitar la nausea; algo debo poder hacer para fortalecer esta causa.

La desigualdad que ha existido siempre es solo la punta del iceberg; ahora entiendo lo que tantos colombianos y colombianas han vivido por décadas, por centenarios: la violencia. El paro empezó con el objetivo de tumbar una reforma tributaria abusiva y onerosa en medio de una pandemia; ahora que esta cayó, el pueblo sigue decidido volcándose a las calles a riesgo de ser atropellado.

“la dicotomía del país con la “democracia más fuerte de América Latina” y que sin embargo hoy se parece más que nunca a su némesis dictatorial venezolano ”

Así que la tarea no está completa; las movilizaciones ahora exigen mucho más allá que el retiro de unos cuantos artículos de leyes y la modificación de otros tantos; la ciudadanía reclama su libertad, su paz. Es hora que renuncien los incompetentes en el gobierno.

¡Qué orgullo la gente, qué lástima sus votaciones!; la dicotomía del país con la “democracia más fuerte de América Latina” y que sin embargo hoy se parece más que nunca a su némesis dictatorial venezolano. Queda claro, entonces, que la dignidad de un pueblo se mide en la fuerza de su gente cuando esta reclama por sus derechos; y no en la pomposidad jurisprudente de sus dirigentes en elecciones.

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La evidencia de las balas disparadas y las muertes grabadas en vivo sólo hacen que todxs nos sintamos más amenazadxs con un liderazgo inexistente o al menos incognito; la ineptitud y la soberbia de un gobierno desenmascarado, cada vez más sacan a flote la necesidad de un cambio real. En el poder definitivamente están asustados y por eso cargan sin descaro y sevicia.

Suele decirse que las ratas muerden más duro cuando están acorraladas, tal vez eso sea lo que está pasando. ¿Cuál es el siguiente paso? ¿seguir resistiendo, volcarse a la defensiva y retomar nuestra historia de violencia?, ¿aguantar hasta las elecciones y cambiar nuestro rumbo? Me preocupa lo que pueda suceder en unos días, la escalada de la brutalidad por parte de fuerzas del Estado parece querer tensar la cuerda hasta romperla.

Ha pasado poco más de una semana desde que empezaron las marchas, poco a poco se suma más y más gente queriendo que acabe la impunidad y la injusticia; casi la mitad de la población se encuentra en la pobreza y aun así, es más grande el hambre por un país pacifico e igualitario.

Detrás de la corruptela se encuentran lxs mismos ciudadanxs “ilustres” que se vanaglorian de sus títulos comprados desde épocas ilustradas; sus instituciones siguen una moral hipócrita que permite actuar en doble sentido dependiendo de las circunstancias; es una desfachatez. Su política ha sido la guerra, el paro ciudadano se enfrenta hoy en día al enemigo más peligroso pues este se ha preparado por años para cuidar sus rutas de narcotráfico, y no dejarse tumbar.

Lxs jóvenes son la esperanza, convocan día tras día a reuniones para la cultura y el arte, el mensaje de un país nuevo que los de arriba quieren abortar a toda costa. ¿Es acaso esto una prueba del destino para un país entero? ¿que sea este, el país más violento del mundo, el que tenga que revolucionar la paz?

Trato de olvidarme por un momento de la situación y es imposible, para lxs que tenemos un poco de empatía e interés por el bien común, es bastante difícil desapercibir un hecho sin precedentes: que el miedo y las masacres estatales están a la vuelta de la esquina.

Podría decirse que es un mal auto inculcado, nuestra indiferencia de tantos años con comunidades que vivieron esto cada día de sus vidas, es ahora lo que nos toca vivir en carne propia; se despierta así el país entero y se espabilan hasta los más acomodados: en este “narco Estado” nadie se encuentra a salvo.

Ha empezado mi día con una mezcla de vergüenza y rabia, con un conjuro de tristeza y esperanza ensangrentada; y aunque he salido a marchar un par de días, siempre pienso en cómo es posible hacer un poco más. Reconozco que el cambio se encuentra al alcance de mi mano con pequeños actos, y que así mismo está al alcance todxs nostroxs, se trata de poner al servicio de un mismo ideal y objetivo, nuestras propias ideas y creatividad.

Me doy cuenta que como escritora solo tengo mi palabra, y me siento con la responsabilidad de plasmar lo que pienso. Esto es lo que ha resultado. Por otro lado, como ciudadana solo tengo mi voto, y así mismo, considero imperativo cada unx de nosotrxs resista hasta 2022 con su protesta personal, toca ganarles en las urnas, no en la barbarie.

Hoy quise escribir porque sé que en un futuro no muy lejano, podremos cambiar las cosas y no volver a casa temerosos de ser asesinados por el estado. Los cuerpos mueren, pero las ideas persisten; hoy solo quiero que para lxs que lean esta columna, quede claro que el pueblo colombiano camina ahora valientemente sobre la metralla y la sangre, hoy el pueblo colombiano camina sabiendo que puede morir, pero está decidido a buscar esa paz que sus gobernantes hicieron añicos.

Así nos cueste la vida, cambiaremos esto sin ser lxs nuevxs asesinxs; ya no más de pueblo contra pueblo, llego la hora de que los verdaderos culpables sean los que paguen. A parar para avanzar… viva el paro nacional.

En memoria de los que han muerto y desaparecido, ¡el pueblo no se rinde carajo!

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Diana Sofía Prag es nómada

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