crónicas de las que resisten

Crónica de un acompañamiento de aborto

Fue un acompañamiento de 10 semanas de gestación. Se trataba de su cuarto intento de abortocon Misoprostol.

Por Bianka Verduzco

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(Fuente: S.F.)

Disclaimer: El acompañamiento y asistencia de un aborto debe ser tratado con sumo cuidado por las consequencias fatales que pueden resultar de un proceso mal realizado. La interrupción de un embarazo es un proceso médico, en el que el acompañamiento emocional y el estado de ánimo de la paciente puede sin duda influir pero no es para nada determinante, lo fundamental es que se lleve a cabo con toda la información y las precauciones necesarias.

Fue un acompañamiento de 10 semanas de gestación (SDG), se trataba de su cuarto intento de abortocon Misoprostol, recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Era una joven de 18 años de edad que no logró abortar en tres intentos anteriores, esta vez buscamos que fuera un acompañamiento presencial, para poder apoyar emocionalmente a la joven.

La dirección indicaba ser en la colonia Mariano Matamoros, en lo zona este de la ciudad de Tijuana. Mi compañera y yo llegamos al lugar que nos habían compartido, se trataba de un edificio de dos pisos color naranja, después de nosotras llegó un carro color blanco a la entrada, del que bajó una mujer delgada, piel morena, pequeña con chamarra rompevientos con estampado de animal print, se acercó a nosotras, nos saludó e indicó el lugar en donde se llevaría a cabo el procedimiento.

Entramos al edificio, era una vecindad de por lo menos 10 departamentos de renta, subimos al segundo piso y entramos a un cuarto que era sala-cocina-recámara-baño. Era la vivienda de la cuñada de la joven, Gabriela, en ese cuarto de 4×4 vivía una familia de cuatro personas.

Entramos como a las 11 de la mañana al departamento, nos instalamos en las dos camas en medio de la habitación, teníamos que ponernos cómodas, pues estaríamos ahí aproximadamente como 10 horas. Lo que más resaltaba del cuarto era el color amarillo de las paredes, una tonalidad como la de los señalamientos de la carretera. Nos presentamos, conversamos un poco, e iniciamos con el proceso.

Gabriela hizo una sopa de letras, la joven; Alma, desde que llegamos no paraba de vomitar, con la primera dosis de Misoprostol el vómito se intensificó. En lo que pasaba el tiempo, hasta la segunda dosis, Gabriela se ofreció a plancharnos las cejas (tratamiento estético de cejas). Mi compañera de la Red aceptó. Alma pidió agua de guayaba, nos dijo que ese había sido uno de los principales antojos de su primer trimestre de embarazo, además le ayudaba a atenuar el sabor amargo de la bilis y reducir las náuseas.

Gabriela le planchaba las cejas a mi compañera, mientras nos compartía un poco de su vida y sobre su entusiasmo por iniciar su negocio de servicios de belleza a domicilio. En la otra cama yo estaba junto a Alma, que me decíaque sentía mucho frío, que ese cuarto amarillo era demasiado helado, estaba temblando, se recostó y le ayude a taparse con una frazada.

Al tiempo de terminar el planchado de cejas, mi compañera y Gabriela fueron a comprar comida, yo me quedé con Alma.Su pareja la llamó por teléfono para preguntarle cómo se sentía, al finalizar su llamada platicamos un poco de sus intentos fallidos de aborto, me confesó las razones por las cuales en ese momento no deseaba ejercer su maternidad, hablamos de su pareja y su familia, sobre sus estudios y su futuro en la universidad.

Gabriela y mi compañera llegaron con tortillas y con dos pares de guantes de plástico, para estar preparadas cuando Alma expulsara el producto.

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Gabriela preparó chorizo con huevo y frijoles, todas comimos, menos Alma que se sentía mal. Discutíamos sobre los intentos de aborto fallidos y Alma preguntó si el estado de ánimo afectaba, a lo que respondimos que sí, nuestra acompañada quería desahogar un sentimiento que tenía atorado. Alma nos compartió que se sentía mal por su embarazo y por su decisión, no tenía el valor de hablarlo con su hermana mayor, que había dado a luz a un niño que vivió solo 10 minutos hace poco tiempo. Pude ver la culpa en las lágrimas de sus ojos, le tomé la mano y le dije que las mujeres que no quieren tener hijos no le deben nada a las que no pueden tenerlos, que en nuestro cuerpo y nuestra vida decidimos nosotras, esperando que esas palabras le dieran más fuerza.

Llegó el momento de la segunda dosis, Alma vomitaba bilis, saliva, espuma, ácidos de color amarillo tenue, que le dejaba sabor amargo y dolor de garganta, alcanzamos rescatar las 4 pastillas que Alma había expulsado, un poco disueltas volvimos a colocarlas debajo de su lengua, esperando no interferir en la efectividad del protocolo.

Alma se terminó casi dos jarras de agua de guayaba, entre vómitos y diarrea se durmió. Logré acomodarme en la cama de a lado y dormir un poco también. Casi despertamos al mismo tiempo, me levanté y calentamos agua para hacernos tés, Alma comenzó a sentir dolores en el vientre, fue al baño, al salir le preguntamos cómo iba su sangrado, Alma respondió que sólo tenía una mancha color café en la toalla sanitaria, por experiencia sé que el sangrado comienza a partir de la segunda dosis, entonces esa mancha aparentaba ser el inicio de un aborto efectivo.

Entre dosis, todas comenzamos a conocernos más, Alma y Gabriela compartían experiencias que me eran familiares, todas habíamos crecido en la periferia; el Dorado, el 2000, el Mariano. Para la tercera dosis nos sentíamos hambrientas, el vómito de Alma disminuyó, fue al baño, preguntamos cómo iba el sangrado, la respuesta no fue la esperada, no había sangrado, sólo la mancha color café en la toalla sanitaria. Alma tomó la tercera dosis, sentía constante dolor en el vientre, se quedó dormida. Mi compañera y Gabriela fueron por pizza, yo me quedé con Alma. Despertó y fue al baño a verificar como iba el sangrado, no había sangrado, señal de que el aborto no fue efectivo, pues para la segunda dosis se espera que el producto ya fuera expulsado; este era el cuarto intento y no fue efectivo. Alma y yo conversamos más, me sentí identificada con ella, venimos del mismo lugar; de la periferia, del barrio, de la colonia, de la marginalidad, del uso irregular del suelo, de la violencia, de los problemas de transporte.

Hablamos sobre nuestras familias y nuestras experiencias de violencia durante la niñez, me dijo que vivió una niñez difícil, su madre siempre intentó sacarla adelante a ella y a sus hermanas, mientras su padre no ejercía ninguna responsabilidad, una niñez común para las chicas de esa zona.

Su pareja le llamó, de nuevo preguntándole cómo se sentía, ella le contó de sus dolores y de una ligera diarrea, le dijo que no hubo sangrado. Llegaron las 8:00 pm y Alma tenía que volver a casa, si no su mamá la iba a regañar. Terminamos de cenar y cada una tomó sus cosas, nos despedimos en la calle, pues el cuarto era demasiado pequeño como para poder darnos un abrazo. Me despedí de Alma, le tomé la mano, la abracé, comenzó a llorar, le acaricié la espalda y el cabello, me agradeció por acompañarla entre lágrimas, sólo le dije que era muy fuerte y que pronto todo se iba a resolver, Al día siguiente, Alma se realizó un ultrasonido que evidenciaba que el aborto no había sido efectivo.

Alma va a continuar con sus intentos hasta ejercer su derecho a decidir sobre su propio cuerpo.

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Bianka Verduzco, Tijuana, Baja California.

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