Análisis-Género

Lunes, 7 de octubre de 2019

Elijo lo que quiero ser: El debate sobre la identidad de género

“La identidad no debe ser entendida en un sentido descriptivo: como un yo que trata de conocerse, sino como una garantía de la continuidad de la persona en el mundo.”

Por Pamela Alcocer Padilla

Ilustración por Vera Galindo (Fuente: veragalido.com)

Introducción

“Yo soy el que soy”. Supuestamente, así se revela Dios a Moisés en el Antiguo Testamento. Hasta ese momento nadie había visto a un ser supremo, ni tampoco se conocía su fisonomía o identidad. El misterio era eterno, así como la imagen misma del todopoderoso. Sin embargo, Dios tenía que manifestarse de alguna manera. Un arbusto empezó a arder y Moisés tuvo pánico, quería saber qué eran aquellas llamas, ¿se trataba de alguien o era un fenómeno inexplicable sin identidad alguna? ¡Cómo iba a explicar al pueblo judío que alguien se reveló diciendo ser Dios! Entonces fue pronunciada una sentencia, al mismo tiempo evanescente pero muy clara: “yo soy el que soy”. Esta respuesta no señala únicamente la identidad de Dios, sino la búsqueda de cualquier ser humano.

¿Quiénes somos en realidad? ¿Clase social, raza, sexo, género, etnia, memoria o fluido universo? Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, entonces aquella respuesta sobre la identidad divina también nos pertenece. Somos lo que somos, aquello que sentimos, somos nuestra historia, nuestras experiencias, nuestro dolor y nuestras esperanzas que fluyen sin cesar a lo largo de la existencia. La identidad es el encuentro con nuestra libertad de elegir. Si al interior de la sociedad, las posibilidades para el ejercicio de la libertad son aparentes y, en el fondo, estamos supeditados a diferentes formas de subordinación, la identidad de género expresa una fuerza particular, especialmente en el siglo XXI.

Si de algo no podemos escapar es de nuestra libre elección sobre cómo nos sentimos con nuestro cuerpo y cómo queremos que se expanda nuestra capacidad para experimentar placeres con el conjunto de sentidos y manifestaciones del mismo cuerpo. El género se condensa en el arte de moldear nuestra identidad, pudiendo ir más allá de aquello que comúnmente se mostraba por medio de un género masculino y femenino. Ahora estamos frente a la explosión de una libre variedad de diferentes tipos de género.

La identidad de todo ser humano está atravesada por tres aspectos: a) los estereotipos e ideologías de nuestra sociedad y cultura; b) los códigos genéticos de nuestra biología y evolución como género humano; y c) aquello que libremente hemos decidido como individuos y psicología particular para construir nuestra personalidad. Parece algo sencillo, pero no necesariamente es así, sobre todo cuando surgen los prejuicios, temores y rechazos hacia las personas que se identifican como homosexuales, gays, lesbianas, transexuales, intersexuales, pan-género y otras identidades. La identidad sexual, la identidad de género y las identidades individuales son movibles y cambiantes, aunque no siempre sean bien comprendidas o aceptadas.

Este artículo tiene el propósito de mostrar la complejidad y los cambios en torno a las identidades de género en el siglo XXI, así como avivar una necesaria discusión para edificar una sociedad más igualitaria, humana y menos lacerante. Para la literatura especializada en los movimientos sociales de Lesbianas, Gays, Bisexuales y personas Trans-género (LGBT), en la sociedad global del siglo XXI empieza a destacar de manera intensa la “fluidez de los géneros” porque el sexo con que uno nace no expresa, necesariamente, la identidad de género que viene después. El género se va formando de varias maneras, o puede adoptarse por razones de libertad individual.

Hoy en día, no se trata solamente de un cambio en los roles de género, sino que el concepto de género en sí mismo se ha transformado completamente. En la sociedad actual, el género es diferente del sexo. La problemática de género se convierte, por lo tanto, en un caso donde la manifestación de las identidades colectivas es altamente moldeable y sometida a cambios constantes donde se articulan las libertades individuales y todo el entramado sociocultural. Esto muestra que la aparición variable de identidades de género va más allá de los códigos ancestrales e imaginarios ideológicos que antes se consideraban fuertes e inamovibles. Ahora todo es más relajado, liberal y ubicuo, sobre todo cuando se analiza la sexualidad humana.

Allende los géneros masculino y femenino

En la sociedad y la cultura se desarrolló una identidad binaria irrompible, referida tanto al sexo como al género. Entonces todo parecía ser sencillo pues los seres humanos al nacer se registraban como hombres y mujeres; azules y rosados. En los últimos cinco años hay una mayor conciencia en el ámbito médico referida a que los genitales externos no son, necesariamente, los que dictan el género. Ahora se tiene una perspectiva más amplia porque, junto con la idea del sexo como varón o mujer y el género masculino y femenino, se agrega la declaración libre y personal de la gente sobre qué género adoptar.

La sociedad binaria del hombre y la mujer está abriendo el paso al “género a la medida”, motivo por el cual ahora deberían registrarse las siguientes opciones: sin género; andrógino o intersexual que se encuentra en el medio entre el género masculino y el femenino; masculino en tránsito a femenino; femenino en tránsito a masculino; pangénero (todos los géneros); transfemenino; transmasculino y cisgénero, es decir, aquella identidad de género que coincide con el fenotipo sexual, o lo que es lo mismo, una persona puede identificarse con la existencia del pene si es hombre y la vagina si es mujer. Estas variaciones han sido puestas en un intenso debate a través de la famosa revista National Geographic, que en su volumen 231 del mes de enero de 2017 popularizó la idea de un género en fluidez constante.

Al mismo tiempo, esta revista difundió la hipótesis en la que un feto en gestación hasta los tres meses de edad no tiene diferencia de sexo alguna. A partir de los tres meses, si el feto va adquiriendo la anatomía de un varón, pero tiene una escasa irradiación de hormonas masculinas (andróginas), el cerebro del nuevo ser va interpretando que podría encajar dentro de una futura identidad femenina. De manera contraria, si el feto va desarrollando los genitales femeninos y no tiene la suficiente concentración de estrógenos y progesterona, el cerebro probablemente interpretará la existencia de una identidad masculina, conforme avanza hasta el nacimiento y en la vida mundana posterior. ¿Se puede nacer gay, transgénero, lesbiana o pangénero? La revista National Geographic tiende a sugerir que sí existe un factor causal genético, pero, simultáneamente, es el abiertamente cultural que se relaciona con la autodeterminación personal y la capacidad de tomar decisiones, según las experiencias más íntimas de cada ser humano, lo que da lugar a múltiples identidades de género.

La discusión se coloca en la cima de las identidades colectivas movibles. Sin embargo, también resalta mucha confusión y resistencia para ir más allá de la sociedad binaria en cuanto a los sexos y el género. Esto dio lugar a que los debates se hayan politizado porque existen grandes conflictos, tanto en el discurso del movimiento LGBT, como en las reacciones negativas de diferentes sectores de la sociedad civil y algunas instituciones relacionadas con las iglesias, sean estas católicas o de otro tipo.

La identidad de género se refiere a cómo uno se mira y entiende a sí mismo, mientras que las expresiones de género son las formas diferentes en las que se presenta éste a través del vestido, las acciones o comportamientos. La identidad y expresiones de género, molesta a muchas personas que lo encuentran difícil de comprender. De hecho, los médicos son reacios a discutir cómo se puede orientar a la sociedad en términos científicos provenientes de la medicina. Muchos médicos parecen considerar que no vale la pena un debate más amplio y abierto por los conflictos con ciertas comunidades religiosas. Una cosa está clara: el sexo o la manifestación de los genitales externos, no tiene nada que ver con el género que es una identidad fundada en la sociedad, en la lucha individual por un reconocimiento y en la conciencia personal para que cualquier ser humano pueda expresar su existencia.

La identidad de género, sociológica y antropológicamente, tiene que lidiar, en consecuencia, con los estereotipos, con aquello que es aceptado y rechazado en la cultura. El género es diferente del sexo biológico o anatómico. Se puede haber nacido con un tipo de genitales, pero posteriormente, los individuos adoptan otra identidad a través del ejercicio libre de su conciencia. Al mismo tiempo, cuando preguntamos qué significa la orientación sexual, se logra una sola respuesta: ¿con quién una persona tendría relaciones sexuales? Aquí se agrega el mundo de la sexualidad que parece ser todavía una dimensión desconocida y llena de prejuicios. Las identidades de género móviles están muy relacionadas con la experimentación sexual que muestra muchas libertades en la sociedad actual.

En el siglo XXI, son las prácticas sexuales y el tipo de concepciones en torno al erotismo y el placer que influyen poderosamente para asumir diferentes identidades de género. Es el placer sexual que está en el centro de los cuestionamientos y las nuevas construcciones sociales del género. Esta realidad genera rechazos y miedos. En el pasado conservador de buena parte del siglo XX, las iglesias y los grupos tradicionalistas consideraban a la sexualidad con muchos tabúes, mientras que en este siglo hay una apertura mayor que se extiende hacia prácticas sexuales que trascienden el coito entre un hombre y una mujer. Las identidades de género en el mundo, muy probablemente, están fluyendo en torno a cómo sentir nuevas emociones que rompan los tabúes sobre el placer sexual y cómo cultivarlo a lo largo de nuestras vidas.

Más allá del conjunto de comportamientos que puede contribuir a desarrollar, la sexualidad también expresa el carácter y personalidad de los individuos, ayudándolos a realizarse como personas en un escenario donde la fuerza de la identidad puede mostrarse por medio de ser hombre o mujer heterosexual, homosexual, transexual, intersexual y otras identidades que van apareciendo como parte de las disputas dentro de lo que significa lograr un reconocimiento y autoafirmación.

Las decisiones personales para romper con cualquier estereotipo sobre el placer sexual se articulan con la identidad de género que se convierte en el argumento ideológico para destrozar la microfísica del poder que tiene toda estructura social, en la cual se trata de poner una camisa de fuerza al cuerpo humano, considerado como una fuente de rebelión cuando se trata de experimentar placer sexual en una dirección contraria a lo socialmente aceptado.

La adopción de una identidad de género y la satisfacción sexual pueden articularse, en la medida en que operan como mecanismos para la autoafirmación del yo de las personas. Aquello que son los individuos (la existencia terrenal única e irrepetible), los lleva a sentirse a gusto consigo mismos y con una sexualidad que facilita el ejercicio de la libertad individual. En este caso, la identidad no debe ser entendida en un sentido descriptivo: como un yo que trata de conocerse, sino como una garantía de la continuidad de la persona en el mundo. Por lo tanto, la identidad de género es una fuerza que debe ser reconocida en su variedad múltiple y no estar encerrada en el enfoque binario de lo masculino y femenino.

En el ámbito filosófico, el existencialismo afirma que la “existencia precede a la esencia”. Esto significa que como seres humanos estamos condenados al ejercicio de la libertad. Estamos en este mundo, no solamente para sobrevivir, sino para el ejercicio de nuestra libertad. No somos máquinas, y a pesar de odiar nuestras circunstancias, debemos decidir qué hacer con nuestra existencia. Luego viene la esencia: todo lo que trae la sociedad; las normas, las instituciones, las prohibiciones, la educación, los roles y el teatro gigantesco de lo que se edifica en torno a la cultura con los demás, con los otros. El ser humano no sólo es tal como él se concibe, sino tal como quiere ser. En consecuencia, el hombre no es otra cosa que lo que él se hace en su libre decisión y esto encaja con la construcción personal de la identidad de género. Uno puede crearse y recrearse, definiendo su esencia con identidades variables, una de las cuales es la libre elección de la identidad de género.

En el caso de las múltiples identidades de género, el existencialismo también se ha modificado de alguna manera, porque esta vez, es la esencia que precede a la existencia. Si a uno le tocó el pene o la vagina, o inclusive una combinación de ambos genitales, por el hecho de constatarse estos órganos, no está todavía definida la esencia de la identidad. Uno podría elegir hasta sentirse a gusto con la esencia que uno juzga que le viene bien. Es un dilema ético de libertad individual y de cómo consolidar un ser interior que anhela desarrollar la esencia de muchos géneros. Las comunidades homosexuales, transexuales y lésbicas estarían luchando para destruir la discriminación y la violencia, defendiendo un tipo de identidad múltiple que clama libertad existencial como el eje político e ideológico de acción liberal en el siglo XXI.

La homosexualidad es una manifestación plural, sustentada en la variedad de la conducta humana en la sociedad postmoderna. En algún momento, las identidades colectivas fueron encapsuladas dentro de la clase social, que desde finales del siglo XIX hasta la caída del Muro de Berlín (1989) trataron de entronizar al obrero como núcleo de la revolución mundial. Posteriormente, el concepto de clase social se entrelazó con la identidad étnica y cultural, desatándose terribles guerras civiles como un choque de civilizaciones, junto con el fundamentalismo religioso ligado al islam.

Conclusiones

El desarrollo sociológico de las identidades de género es una expresión libre, en constante movimiento y una señal democrática. Toda esta discusión, sin embargo, muestra una gran resistencia por parte de la iglesia católica que se convierte en el sector más inflexible que rechaza las nuevas identidades de género y cualquier intento por legalizar el matrimonio o las uniones civiles entre parejas del mismo sexo. Las creencias religiosas enfrentan lo bueno contra lo malo; el pecado versus lo inmaculado; lo moral contra lo inmoral. Estas polarizaciones simplifican la realidad para presionar a las personas, con el fin de exigir una posición a favor o en contra de la homosexualidad. Aun así, las identidades diversas del género no han desparecido, ni van a desparecer.

No se trata de tomar partido, sino de eliminar la discriminación del inconsciente colectivo y la vida cotidiana. La aceptación de las múltiples identidades de género va logrando mayor aceptación, sobre todo en las generaciones jóvenes. Las comunidades de la diversidad sexual lograron sobreponerse a todo tipo de condiciones adversas y han combatido con éxito el discurso eclesial por una razón simple: la misma iglesia, Fuerzas Armadas y diferentes instituciones de prestigio tienen entre sus filas a homosexuales. La cultura gay se manifiesta en la música, pintura, cine, bibliografía, gastronomía, moda y televisión. Se avanza lento pero seguro. En el fondo, las identidades de género van a ser aceptadas positivamente, en la medida en que se consolide y florezca una cultura democrática donde el ejercicio de los derechos incluye también las prácticas sexuales, que no necesariamente se enmarcan en los códigos binarios de hombre y mujer.

Los seres humanos habitamos, al mismo tiempo, en múltiples identidades transitorias, fluidas y cambiantes. Pertenecemos a una clase social, pero esto no es todo. Sentimos un arraigo hacia una cultura que todavía reclama por una identidad étnica. En el trabajo ejercemos diferentes funciones económicas e institucionales y en la intimidad de nuestras libertades personales, sentimos la activa interpelación sobre quiénes somos como género, yendo más allá del ser mujer o varón porque nuestros gustos y prácticas sexuales también son cambiantes, en la medida en que se buscan satisfacciones variadas. Las identidades de género son una manifestación postmoderna de lo que es la existencia, de aquello que podría ser, lo que puede llegar a cambiar y aquello que no se puede encerrar en lo tradicional.

Mientras tanto, también seguirá expresándose el rechazo que, en última instancia, demuestra comportamientos violentos y antidemocráticos. La esencia de las múltiples identidades de género realmente precede a la existencia de los códigos binarios. Sin embargo, el mismo Jean Paul Sartre nos alertó diciendo que “el infierno son los otros”: los homosexuales para los heterosexuales, los conservadores fundamentalistas para los transexuales. Estamos rodeados del infierno, pero ¿por qué nos debería sorprender esto?

Sin embargo, estamos condenados a vivir libres y obligados a estar uno al lado de los otros. Así es la vida: torpe, rica, múltiple y llena de obstáculos.

Pamela Alcocer es socióloga, especialista en políticas culturales y gestión del talento humano.