Entrevista
Entrevista a Federico Lorenz: "En Komorebi hice confluir muchos de mis intereses"
“Federico Lorenz es historiador y escritor. Enseña Historia en el Colegio Nacional de Buenos Aires y al mismo tiempo es investigador del CONICET. En la entrevista, Lorenz reflexiona sobre Komorebi, su nueva novela que salió publicada en formato digital.”
Por Julián Álvarez Sansone
Sábado, 11 de julio de 2020
Federico Lorenz es historiador y escritor. Enseña Historia en el Colegio Nacional de Buenos Aires y al mismo tiempo es investigador del CONICET. Es especialsita en temas de historia reciente argentina, en particular las luchas por la memoria de la violencia política. Es uno de los mayores especialistas sobre la problemática malvino- atlántica de la Argentina. Ha escrito sobre las relaciones entre historia, memoria y educación. Sobre todos estos temas ha publicado numerosos libros y artículos. Su libro “Elogio de la docencia. Cómo mantener viva la llama” (2019) libro obtuvo una Mención de Honor en el Premio Isay Klasse al Libro de Educación de la Fundación El Libro. Publicó tres novelas: “Montoneros o la ballena blanca” (2012), “Los muertos de nuestras guerras” (2013) y “Komorebi” (2020), así como la biografía “Cenizas que te rodearon al caer”. “Vidas y muertes de Ana María González, la montonera que mató al jefe de la Policía Federal” (2017). En este contexto de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (A.S.P.O), accedió a ser entrevistado vía mail por Julián Álvarez Sansone, de Cronistas Latinoamericanos. En la entrevista, Lorenz reflexiona sobre Komorebi (Indie Libros, 2020), su nueva novela que salió publicada en formato digital.
¿Cómo definirías Komorebi? ¿Qué creés que los lectores encontrarán en esta obra literaria?
Konorebi es una novela que cuenta una historia de búsqueda personal, un amor y de los lazos sostenidos entre las personas más allá del tiempo, o, diría, a pesar de él.
Con respecto al título, se aclara en el prólogo que “Komorebi” es una palabra japonesa que se usa para referirse a la luz del sol que se filtra entre las hojas de los árboles. ¿Hay algún escritor japonés que haya influido de alguna manera en tu literatura?
No puntualmente en la elección del título. En cambio, sí lo hizo una obra que habla de la cultura japonesa, y de las historias que cargan de sentido a los objetos, llamada “La liebre con ojos de ámbar”, de Edmund de Waal. Sí puedo decir que disfruto y conozco la obra cinematográfica de Kurosawa. Pero no me atrevería a decir que algún escritor japonés influyó particularmente en mi literatura.
La novela se hace eco de estudiantes transformados en fantasmas (como sucede en la famosa saga de Harry Potter escrita por J.K. Rowling) y también de docentes que buscan develar misterios (como sucede en el famoso libro de Dan Brown “El Código Da Vinci). ¿Podría decirse que de alguna manera esta obra inmersa en la literatura argentina mezcla componentes de grandes obras literarias extranjeras? ¿Viste ese paralelismo o pensás que pudo haber sido inconsciente?
Entre quienes poblamos el Colegio Nacional de Buenos Aires, la comparación con Hogwarts es habitual. De hecho, es una saga que disfruté junto a mis hijos. Y también leí el libro de Brown, aunque este último no estuvo presente a la hora de pensar la historia. La relación con los fantasmas es prácticamente una constante, tanto en mis ficciones como en mi trabajo como historiador. Humildemente, además, abrevo en una vieja tradición cultural, aquella de los diálogos entre los vivos y los muertos. Pero si te fijás, en el libro desempeña un papel nodal el Barón rampante, de Italo Calvino. Que es, entre otras cosas, una historia de una búsqueda personal y de un amor. Si tuviera que inscribir Komorebi en algún linaje, tal vez excesivamente me gustaría ese.
¿Creés que de alguna manera esta obra condensa tu historia de vida y tus trabajos anteriores? Siendo docente, el personaje de la novela es docente. Siendo historiador de guerras, parte de la obra gira en torno a la muerte… ¿Es una casualidad o hay una marcada intencionalidad por parte tuya como autor?
En Komorebi hice confluir muchos de mis intereses. Soy todo eso que decís, y en mi trabajo, sobre todo con sobrevivientes (no solo de la guerra, sino del terrorismo de Estado) tuve que aprender a desplegar una sensibilidad especial para aceptar que los ausentes tienen múltiples formas de no irse. Están en nuestro recuerdo, en las voces de quienes los evocan, en los objetos que les pertenecieron, en los lugares que habitaron. Es completamente intencional. Escribir, es sobrevivir, y hacer sobrevivir a los ausentes. Y también, es una forma de extender lo decible. Hay cosas que como historiador no tengo herramientas para decir. En la ficción, sí.
¿Por qué decidiste que la historia transcurra en el Colegio Nacional Buenos Aires y no en otro colegio como el Pellegrini, o incluso, en una Universidad? ¿Hay algún vínculo afectivo de tu parte con respecto al Colegio Nacional Buenos Aires o es una mera casualidad que la historia transcurra allí?
Porque estoy vinculado al Colegio Nacional de Buenos Aires desde 1984, cuando empecé mi primer año. Y aunque nuestras relaciones han sido intermitentes y ríspidas en ocasiones, no por eso han dejado de ser entrañables y constantes. La novela también es un homenaje a esa relación, e incluso una crítica afectuosa.
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El libro salió a la venta en formato digital. ¿Qué valoración hacés de esta modalidad? ¿Estaba previsto desde un inicio u optaste por esta modalidad debido a que lo consideraste más pertinente en este contexto de pandemia y cuarentena?
Yo estoy sorprendido del alcance que tiene el formato, es mi primera experiencia digital. La editorial, que tiene este formato, aceptó mi original, o sea que es así “desde su origen”. Creo que en el actual contexto el formato digital es una posibilidad más de leer. Desde mi experiencia, no reemplaza al libro en papel, es otra forma de leer.
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- 27-09-2020