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La notable reunión entre Biden y Obrador

Muchos elementos contextuales y coyunturales enmarcaron esta reunión, demostrando que la historia de la interacción entre Estados Unidos y México sigue caracterizándose por tener continuidades fosilizadas al lado de dinamismos sorprendentes.

Por Andrés de la Peña

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El primero de marzo, se reunieron virtualmente Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador. La reunión fue por demás excepcional, casi sería permisible, y no solo por fanfarronería, llamarla histórica. Muchos elementos contextuales y coyunturales enmarcaron esta reunión, demostrando que la historia de la interacción entre Estados Unidos y México sigue caracterizándose por tener continuidades fosilizadas al lado de dinamismos sorprendentes.

Una transcripción se encuentra en el sitio de la casa blanca, también una declaratoria conjunta como resultado de la reunión. Pero si se quisieran ver los 11 minutos públicos de la llamada en español e inglés, se pueden ver en el canal de YouTube de PBS.

Los dos presidentes

Antes de considerar el contenido de la llamada o el contexto general, hay elementos notables en Obrador y Biden que los vuelven personajes particulares y razonablemente afines. Ambos tienen décadas de experiencia en la política, y se conocen desde la gira latinoamericana de Biden como vicepresidente de la administración de Barack Obama, donde iniciaron una relación cordial.

Biden es el segundo presidente estadounidense católico (el único otro fue Kennedy), cosa que mencionó al principio de la llamada al mostrar el rosario que lleva consigo; esta característica lo acerca a México de una manera singular. Adicionalmente, tanto Obrador como Biden han estado en proyectos políticos relativamente a la izquierda de las alternativas en sus respectivos países.

Un último elemento que me gustaría mencionar, y que no es para nada inconsecuente, es la edad de ambos presidentes. Obrador tiene 67 años de edad, y Biden tiene 78, siendo el estadounidense más longevo en asumir la presidencia en la historia. Esto significa que ambos, al menos a un nivel humano, comparten una perspectiva general histórica que es cada vez menos común en la región.

Lo que se dijo y lo que no se dijo

Del lado de Biden, las palabras públicas ─y así las percibió la misma prensa americana─ tuvieron el objetivo de recomponer la relación bilateral tras la experiencia con el ex-presidente Trump. Biden mencionó su aprecio por México, su catolicismo, y la voluntad de cooperar. Reconoció que Estados Unidos y México tienen una “larga y complicada historia” y que “no siempre han sido los mejores vecinos el uno con el otro”. A esto siguió recordando que en la administración Obama-Biden se hizo el compromiso de ver a México como igual, y reconoció que la población que más rápido crece en su país es la mexico-americana.

Obrador replicó el tono optimista y reconciliador, pero agradeció sobre todo que Biden hiciera explícita la intención de tratar a México como igual. La prensa mexicana, por su parte, recogió esta “garantía de soberanía” como el punto más importante de la reunión. El ejecutivo mexicano realizó un juego de palabras al citar al ex-presidente Profirio Díaz, a quien se le atribuye la frase “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”, pero diciendo lo bueno que es que ahora México está “cerca de Dios, y no tan lejos de los Estados Unidos”.

“Такие проекты, как создание памятников героям местной истории; выпускать книги, подобные недавно опубликованным «Я хочу быть похожим на нее. 70 историй фантастических ”

Después de estas palabras iniciales, Biden pidió a la prensa que se retirara. Se escucha a una periodista americana preguntar “señor presidente, ¿va a mandar vacunas a México? […] ¿Lo está considerando? a lo cual Biden contesta “vamos a hablar sobre eso”. Uno de los titulares recuperados tanto en la prensa americana como en la mexicana el día después fue que Biden, efectivamente, no mandaría ninguna vacuna a México.

En su conferencia mañanera del día posterior, Obrador comentó sobre lo que habló con Biden en privado, y dijo que el mandatario estadounidense había dicho que, para él, “México no es más el patio trasero de Estados Unidos”. Si bien hay pocos presidentes estadounidenses que no prometen las perlas de la virgen al hablar de su relación bilateral con México (hasta Trump habló de la excelente relación que tenía con Obrador, toda vez que lo amenazaba con reventar la economía mexicana a punta de tarifas), Biden es de los pocos que ha iniciado este discurso reconociendo, aunque sea diplomáticamente, que Estados Unidos ha sido un bravucón. Por el otro lado, la declaración es tan esperanzadora como es frustrante que Estados Unidos insista y defienda su acaparamiento de vacunas.

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El contexto: políticas internas a contrapelo

Las políticas internas de Estados Unidos y México son complejas, pero una serie de temas claramente han encontrado a los dos vecinos recientemente, y fueron torales en la reunión.

En materia de política energética, México intenta salvar la sostenibilidad financiera de Petróleos Mexicanos con un plan de rescate y de inversión a largo plazo, dando marcha atrás a la reforma que abrió el mercado energético a compañías privadas, y tirando por la borda el tema de la sostenibilidad ambiental. Ahora se busca priorizar el carbón y gas, y también se propone iniciar la quema de combustóleo altamente contaminante.

Estados Unidos ahora adopta la narrativa de un “gran regreso” al escenario mundial, partiendo con el aislacionismo de Trump. En este tenor, Biden anunció el regreso de su país al Pacto de París, lo cual implica un compromiso y un proselitismo en favor de las energías verdes. Evidentemente, Biden buscará resolver algunas controversias en la relación energética México-Estados Unidos al promover una estrategia más verde y más favorable para las compañías estadounidenses. A esto se suman las memorias del desencuentro por el uso de aguas del río Bravo que produjo problemas en 2020, y la reciente revelación ─tras la helada que paró el suministro─ del nivel de dependencia que tiene México respecto al gas natural tejano.

En segundo lugar está la política migratoria. La administración obradorista intentó dar un giro radical en 2018 al ofrecer visas humanitarias prácticamente a la palabra para migrantes pasando por México, pero la administración Trump respondió con una severa amenaza arancelaria. Aquella administración, además de fortalecer el muro fronterizo, hizo todo lo posible por hacer de México un “tercer país seguro” para obligarlo a alojar a todos los migrantes tramitando su entrada a Estados Unidos como refugiados.

La administración Biden tiene toda la apariencia de buscar un cambio sustancial en su política migratoria: se canceló el muro, se quitó la declaratoria de emergencia y se retiró a la guardia nacional, se paró la política de deportación fast track y se presume un alto en la separación de familias y la aprehensión de niños en “centros reclusorios infantiles”. Sin embargo, al igual que con la política de Obrador en 2018, queda por verse qué tanto logrará Estados Unidos en este rubro. Aunque Biden promete cambios, habría que recordar que la administración Obama fue la que más deportaciones llevó a cabo en la historia de los Estados Unidos.

Finalmente, el tercer tema coyuntural se trata de la pandemia por covid-19, específicamente la distribución de vacunas. La tensión en la relación se resume sencillamente con dos hechos. Obrador presentó en la última reunión del G20 una propuesta para que se pactara una resolución en la Organización de las Naciones Unidas garantizando un acceso igualitario a las vacunas en todo el mundo. Mientras tanto, Estados Unidos ha contratado la compra de suficientes vacunas para inocular a su población completa dos veces y se ha negado a dar un paso atrás en este sentido. Así, se suma a la lista de países ricos que adoptaron el acaparamiento como estrategia de seguridad nacional.

La declaratoria

La declaratoria conjunta menciona la necesidad de cooperar en cooperación en el tema migratorio, incluyendo la creación de más vías para migrar legalmente. Se enfatiza la necesidad de atender las causas regionales de la migración, lo cual lleva a comentar el desarrollo económico sostenible e igualitario, el combate a la corrupción, y mayor cooperación contra el crimen organizado internacional.

En cuanto a la pandemia, mucho se hizo desde el lado estadounidense de la reunión para evitar comentar sobre el acaparamiento de vacunas. Este apartado de la declaratoria solo habla de mejorar las capacidades de salud pública y pasa a hacer una lánguida referencia a la relevancia del TMEC. En ese aspecto, se habla de la necesidad de mejorar las condiciones laborales (un asunto en el cual ahora Estados Unidos presiona a México debido al efecto que el pasado TLCAN tuvo en los mercados laborales regionales).

El documento cierra mencionando que “los dos presidentes enfatizaron la importancia de enfrentar la crisis climática, y acordaron explorar áreas de cooperación”. Este punto resultó bastante hueco en términos reales, especialmente considerando lo irreconciliable de las políticas interiores, pero hace una referencia prometedora a la cumbre internacional de líderes climáticos que Biden convocó para el 22 de abril.

Juzgando por las características afines entre Obrador y Biden, por lo que se dijo y lo que no se dijo en público, por lo que se ha conocido de la plática en privado, y por la información contenida en la declaratoria, parece que la administración de Biden comienza su proceso bilateral con México con el pie derecho

Sin lugar a duda, hay varios asuntos que son irreconciliables, como el acaparamiento de vacunas estadounidense contra la política igualitaria de Obrador en cuanto a la distribución de vacunas. También podría nombrarse el aparente activismo ambiental de Biden en contraposición al desentendimiento y desinterés mexicanos. Sin embargo, y a pesar de todo esto, se puede decir con total seguridad que la relación pinta mejor ahora de lo que lo hacía con Trump en la presidencia estadounidense.

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Andrés de la Peña es estudiante de Relaciones Internacionales y periodista mexicano.

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