Nuevas hegemonías
Sábado, 14 de diciembre de 2019
Nuestra América ante la encrucijada civilizatoria: una aproximación a la crisis hegemónica global y los desafíos para la liberación
“Nuestra América es hoy día un hervidero, y aunque los tiempos apremien resulta fundamental no perder de vista, para las perspectivas de la liberación nacional, social e integral, la necesidad de una crítica sedimental a los fundamentos civilizatorios que han llevado a la presente crisis sistémica global.”
Por Julián Bilmes, Micaela Constantini, Juliana Gáfaro Ortiz, Javier Pastor, Jonathan Prueger y Olmo Masini.

Nos encontramos en tiempos de profunda crisis del sistema mundial: de la economía mundial capitalista, de la globalización neoliberal, del orden mundial impuesto por la civilización occidental, del núcleo de poder mundial angloamericano, de la sostenibilidad ecológica del actual modo de producción. La irrupción de los pueblos-naciones del Sur Global y la situación de creciente multipolaridad relativa dan lugar a importantes desafíos para las luchas antiimperialistas y de liberación, en las históricas periferias del “Occidente” moderno, capitalista y colonial. Nuestra América es hoy día un hervidero, y aunque los tiempos apremien resulta fundamental no perder de vista la necesidad de una crítica sedimental a los fundamentos civilizatorios que han llevado a la presente crisis sistémica global.
Encrucijada civilizatoria
Entrado el siglo XXI, nos encontramos ante una profunda crisis del sistema mundial, de carácter estructural, integral y civilizatoria, que comprende una multiplicidad de dimensiones:
En primer lugar, una crisis de la economía-mundo capitalista, luego del estallido financiero de 2007-2008, en tanto crisis de sobreacumulación y realización resuelta con financiarización y creación de burbujas especulativas (cuyos antecedentes se remontan a los años ’70 del siglo pasado).
En segundo lugar, se observa una crisis del orden mundial, produciéndose una transición geopolítica global desde el unipolarismo angloamericano instituido en 1989-1991, hacia una creciente multipolaridad relativa, dado el traslado del “centro de gravedad” de la economía mundial (y, tendencialmente también, del poder mundial) hacia Asia-Pacífico y Eurasia.
Un tercer elemento a destacar constituye la crisis de la globalización neoliberal, lo cual se advierte contundentemente con los fenómenos de 2016 del Brexit en Gran Bretaña y la victoria de Trump en Estados Unidos. Estos hechos marcan una nueva fase de profundización de la crisis mundial, expresando amplias fuerzas sociales que emergen contra la globalización transnacional (tanto “por derecha” como “por izquierda”, aunque priman las primeras) en el seno de las últimas potencias hegemónicas del sistema mundial.
El carácter integral y sistémico de la crisis mundial a la que asistimos deviene, a su vez, civilizatorio, a partir de la insostenibilidad del modo de producción, acumulación y consumo capitalista impuesto crecientemente en todos los rincones del planeta por “Occidente”; potenciado exponencialmente con la fase neoliberal que se instaura desde la década de los ’80s. Insostenibilidad que se expresa en un conjunto de aspectos que van desde las enormes disparidades mundiales de riqueza y poder, la crisis migratoria y de refugiados, o la crisis ecológica, a raíz del agotamiento creciente de recursos naturales y biodiversidad, especies en extinción, cambio climático y otros nocivos efectos de ese modo de producción, como se pudo ver por ejemplo en los incendios del Amazonas en los últimos meses y el debate en torno al fenómeno Greta Thunberg.
También debe entenderse, dentro del cuadro de situación descripto, la creciente visibilidad de las limitaciones del antropocentrismo occidental, con su respectiva matriz civilizatoria de carácter materialista, iluminista, cientificista, consumista y hedonista, que nos lleva a problematizar el vínculo del ser humano con respecto a sí mismo y la naturaleza. Aspecto sobre el cual alertan, desde extensiones distantes y diversas de nuestro planeta, ciertas culturas y civilizaciones con sus propias cosmogonías otras.
Emergencia de proyectos alternativos y cuestionamiento del universalismo moderno
Toda esta situación mundial ha dado lugar a condiciones de posibilidad excepcionales para los procesos de liberación en las históricas periferias del sistema-mundo moderno/colonial, aprovechando la oportunidad histórica que representa la “crisis en las alturas” parala reemergencia de proyectos alternativos al globalismo neoliberal capitalista. Éstos surgen reivindicando la particularidad y dignidad de pueblos-naciones, culturas y civilizaciones, históricamente oprimidas y subalternizadas por el Occidente blanco, europeo y angloamericano. Nuestra América (al decir de José Martí en 1891, llamando a la unidad continental latinoamericana) constituye un claro ejemplo de ello, con el “cambio de época”, giro nacional-popular y latinoamericanismo en auge durante la primera década y media de este siglo.
A la par, emerge un cuestionamiento creciente al proyecto ilustrado de la “Modernidad”, el cual comprende colonialidad del poder, el saber y el ser, y el sometimiento de pueblos y naciones diferentes. Y aparece la potencial desoccidentalización del mundo ante la reemergencia asiática, para volver a centrarse en Oriente cinco siglos después de constituida aquella modernidad, con sus implicancias en términos civilizatorios.
La “Modernidad”, en efecto, constituye un mito eurocéntrico que postula la salida de la humanidad de la inmadurez a través de la Razón, desde la Edad Media hacia la Edad Moderna, en base a una concepción que universaliza el desarrollo de la civilización europea, como expresión más avanzada de toda la humanidad. Ese universalismo eurocéntrico se auto concebía como realización y plenitud de la historia de la civilización universal, lo cual coincidía con la iniciativa intelectual europea (francesa, británica y germana en especial) de un único concepto de hombre (varón blanco propietario) y una filosofía de la historia asociada a éste, de los siglos XVI y XVII, a través de filósofos como Descartes, Kant, Hegel y otros. A su vez, el universalismo tiende a la unificación, a la homologación, a la simplificación de los universos simbólicos y valorativos, y se ilusiona con que un constructo jurídico-político supranacional avance en la unidad del mundo, en pos de realizar la paz, la justicia, el progreso y la felicidad (consideraciones que no valen para el postulado pionero del último Perón en 1974 sobre el pasaje de la etapa continentalista hacia el universalismo organizado, como apuesta estratégica válida para nuestros pueblos). Autores de renombre en la filosofía y las ciencias sociales, desde Kant hasta Habermas y Beck, forman parte de esta cosmovisión.
Este universalismo se ha conjugado con el globalismo, esto es, la tendencia a la superación de las fronteras nacionales y culturales en pos de conformar una “aldea global”, y con el cosmopolitismo (“ciudadanos del mundo”). Todo lo cual se ha articulado con y montado sobre la transnacionalización del capital (la denominada “globalización” económica) desde fines de los años ’70s del siglo XX. Así, se ha tendido fuertemente desde entonces, de la mano de la globalización neoliberal, a constituir un gobierno mundial, a través de una unificación normativa, administrativa y jurídica del mundo, e inclusive también militar, en torno a los valores occidentales: la libertad negativa, el individualismo, el formalismo jurídico, la democracia procedimental, la economía de mercado. Tal proyecto estratégico de escala global comprende, también, una faceta “multicultural”, de reconocimiento e inclusión de diversas culturas pero en tanto objetos de consumo, mercantilizadas y desprovistas de sus cosmovisiones y cosmogonías, alternativas a la modernidad.
Todo ello acontece en el marco de crecientes y alarmantes desigualdades mundiales de poder, riqueza y condiciones de vida, en un mundo dominado por una oligarquía financiera global que ha llevado la explotación y expoliación del ser humano y la naturaleza a niveles insospechados, como bien denunciaba recientemente Evo Morales ante la ONU.
Horizonte transmoderno pluriversal y Nuestra América
Esta crisis integral y civilizatoria del sistema mundial ha dado lugar a una fuerte disputa y debate de orden civilizatorio. Si con la conferencia de Bandung en 1955 y la creación del Movimiento de Países No Alineados se dio una primera oleada del despertar de las naciones y pueblos del Sur global, algunas de cuyas naciones se cuentan entre las más antiguas de la historia universal, en la actualidad nos encontramos en una segunda oleada. Se encuentra en desarrollo, pues, un cambio profundo de paradigma: del “choque de civilizaciones”, de carácter racista, xenófobo y supremacista occidental, hacia un potencial nuevo enfoque de “diálogo de civilizaciones”, para promover nuevas formas de convivencia planetaria, basadas en el respeto mutuo, el derecho a la autodeterminación, la coexistencia pacífica, la diversidad cultural y comunicación inter-epistémica como posibilidad de enriquecimiento y no de exclusión.
(Re)emergen así diversas matrices civilizatorias, las cuales comprenden modos de racionalidad, emotividad, vincularidad, sociabilidad, vínculo con –y concepción de– la naturaleza y el cosmos, entre otros elementos. Según señala Dussel, una futura configuración transmoderna y pluriversal de mundo, en tanto horizonte futuro con miras de un nuevo diseño más justo del orden mundial y buscando superar el paradigma moderno y universal, comprendería entonces múltiples universalidades: europea, islámica, vedanta, taoísta, budista, latino/indoamericana, bantú, etc. en diálogo crítico intercultural.
Así, ante el ascenso euroasiático contemporáneo y el escalamiento del umbral de poder mundial, aparece la proyección de un escenario en que el nuevo liderazgo mundial deba asumir la forma de una alianza de múltiples Estados continentales, en tanto comunidad de civilizaciones, en pos de configurar un nuevo sistema mundial. Si bien los Estados-nacionales juegan un papel de relevancia (y de hecho su número se ha ampliado en las últimas décadas), va quedando cada vez más en evidencia la limitación que presenta un enfoque acotado únicamente a ellos, en un mundo en que las grandes empresas transnacionales y las redes financieras globales que las articulan y coordinan, los superan ampliamente en escala, poderío y capacidad de planificación estratégica.
En este sentido, el desarrollo del pensamiento geopolítico latinoamericano ha dado cuenta de la necesidad de constituir un Estado continental industrial en Nuestra América en pos de obtener la masa de poder suficiente para poder actuar en forma soberana en el escenario internacional. Se trata del desafío histórico de romper nuestra condición subordinada en el sistema mundial, para dejar de reproducir el patrón de desarrollo y acumulación primario financiero exportador y apostando a la industrialización regional basada en el desarrollo científico-tecnológico y la producción de conocimiento orgánica a ese proceso. Lo cual sólo puede ser realizado por una segunda oleada de gobiernos nacional-populares en Nuestra América que se planteen estos desafíos, elaborando una agenda estratégica regional ante la convulsionada dinámica mundial. Existe, llegado este punto, una aparente contradicción entre la apuesta industrialista-desarrollista -aún redistributiva y bajo la bandera de la justicia social- con respecto al ideario del Vivir Bien y los horizontes poscapitalistas sin los cuales no puede terminar de concretarse. Creemos que resulta más productivo políticamente abordarla como una tensión creativa del proceso de liberación, según el postulado de García Linera.
Se abrían perspectivas esperanzadoras para una segunda oleada nacional-popular en Nuestra América con la derrota de Macri y victoria de Fernández-Fernández en Argentina -país en donde comenzó la restauración conservadora regional-, la libertad de Lula en Brasil (injustamente encarcelado en base a la doctrina de lawfare), el primer gobierno no vasallo estadounidense en México en muchos años con AMLO, sumado a los grandes levantamientos populares de carácter antineoliberal en Ecuador, Chile, Haití y ahora Colombia, así como la derrota del intervencionismo estadounidense y sus aliados locales para invadir Venezuela. Sin embargo, la dolorosa situación que acontece en Bolivia evidencia tanto el odio de la revancha racista y clasista de las oligarquías locales como la búsqueda de balcanizar nuestra región por parte del imperialismo estadounidense, en pos de saquear nuestros recursos estratégicos para sostener su primacía mundial en su disputa con China y Rusia.
Nuestra América vuelve a ser un hervidero. Entre lo nuevo que no termina de nacer y lo viejo que no termina de morir emergen los monstruos, al decir gramsciano. Las últimas palabras de Allende conservan plena vigencia: “mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor… La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
“Vengo de un tiempo de plagas y sequías,
pero a sangre y sudor se hizo cosecha,
más lo que se pudo que lo que se quería,
y heme aquí, latiendo aún esta fecha.
No me sé el camino, sólo tiran de mí
los anhelos de posibles maravillas…”
“La tempestad”
Buena Fe y Silvio Rodríguez
Julián Bilmes, Micaela Constantini, Juliana Gáfaro Ortiz, Javier Pastor, Jonathan Prueger y Olmo Masini son investigadores de Kairós.