Crónicas de las que resisten
Papá no suponía que íbamos a sobrevivir
Por Carolina Vargas
- 08-03-2021
Aprendí con mamá de eso que no se habla, de eso que no pasa por el proceso racional del pensamiento. Mamá me enseñó del miedo, de la rabia y del dolor. Mi supervivencia en el mundo, desigual, injusto, patriarcal, sin decírmelo, iba a depender de mis sentimientos que sólo con el tiempo aprendí a nombrar. Extiendo un par de fotos sobre mi cama, en las fotos aparezco yo, en unas tendría meses de nacida y en otras tal vez 3 o 4 años. Por primera vez soy consciente de lo que significó ser una niña con miedo, con rabia y con dolor. Las imágenes continuas traen de mis recuerdos más oscuros y vetustos: sonidos, olores, palabras, acciones.
Todo empezaba con el sonido de los pasos que aprendí de memoria, las llaves abriendo una puerta, y desde ese momento la ruptura del silencio. Los brazos de mamá, un seguro y una habitación pequeña fueron nuestra defensa. Me aferraba a que la puerta de esa habitación fuera tan fuerte como un bloque de concreto. Sin embargo, hubo veces que no tuvimos defensas ni materiales ni físicas.
Mamá sobrevivió y yo sobreviví con ella. Sin saberlo me dejó las armas para luchar, para no callar, para cuestionar. Mirándonos a los ojos ella y yo sabemos los efectos que nos dejó la violencia, aprendimos juntas sobre nuestros dolores, nuestros miedos y sobre el derecho a sentir rabia. Ambas tomamos decisiones diferentes de vida, y sin embargo compartimos un relato común: la violencia intrafamiliar. Ella lo vivió mientras maternaba y yo mientras crecía como una niña.
He explorado mis recuerdos más dolorosos sobre la violencia que vivimos juntas, y es desde el conocimiento profundo sobre mi dolor que he reclamado mi derecho a la libertad. He reconocido, como alguna vez lo dijo Audre Lorde, que vivir con el derecho a explorar mis sentimientos más profundos, es la reserva de mi creatividad y el motor de mis acciones. La violencia te mutila, pero estoy convencida personal y políticamente que sentir te libera.
Hace pocos meses, después de casi 20 años de silencio sobre lo que viví junto a mamá, mi terapeuta me dijo “has hecho de tu dolor una decisión profesional”. El dolor me redefinió, me confrontó y me liberó. Mis decisiones vitales empiezan a tener un sentido en el hoy cuando pienso en el sentido de lo colectivo, se trata ahora de que el dolor de otras mujeres después de la violencia no sea más una potencialidad silenciada, doblegada e inconsciente. ¿Quién repara a la mujer violentada? Ni los jueces, ni las medidas de protección, ni las prisiones. Donde afloran nuestros sueños, nuestros sentimientos, nuestras historias es donde reparamos y donde encontramos nuestro camino a la libertad.
Nuestros proyectos por mucho tiempo han buscado revertir el dolor, sanar afanosamente eso que ha causado daños y dejado cicatrices en las vidas de las mujeres violentadas. Mi pregunta siempre se ha enfocado en ¿por qué no vemos como potenciales nuestras emociones y lo que hemos aprendido de ellas? Estoy convencida que hemos construido un camino vital, siendo mujeres, a partir de nuestros sentimientos primarios: el miedo, el enfado, la tristeza, la alegría y el amor.
Lo más leído
Además, las emociones han sido históricamente cuestión de mujeres, pero no las conocemos a profundidad, no nos reconocemos en ellas y no entendemos el poder y la fortaleza que albergan. Como dice Sara Ahmed, lo emocional también es político. La violencia ha dejado de pertenecer al mundo de lo privado, y ahora es nuestra responsabilidad hacer lo posible para que esas mujeres que deciden alzar sus voces motivadas por sus sentimientos y emociones más complejas sean escuchadas.
Mira:
Hablemos de nuestras emociones en colectivo, en plural, en proceso de transformación. Nuestras emociones tienen una función en la construcción de colectividad, como dice Ahmed. Es a través de ellas que podemos fugarnos del mandato patriarcal: dándoles un nombre, conociendo nuestro “yo” emocional, fortaleciéndonos en el encuentro con las otras. Nuestras emociones son activadores de conciencia, y es sobre eso que tenemos que empezar a trabajar. No sólo después de hechos de violencia contra las mujeres, sino antes de que una mujer sea violentada.
Para todas las mujeres que han aprendido sobre eso que no se habla cuando vivimos la violencia.
Lo más leído
Carolina Vargas, antropóloga egresada de la Universidad del Rosario (Bogotá, Colombia). Actualmente se está formando como especialista en estudios de violencia por razones de género. Inexperta en la escritura de crónicas. Testaruda como dice mamá. Transito y construyo desde mis emociones. Buscando que otras mujeres se fuguen del mandato patriarcal. Silenciosa, curiosa, consciente.