Voces por una libre educación sexual

¿Quiero poder o puedo querer? Sobre deseo, consentimiento y consciencia desde la biopsicología feminista

Un acto sexual deseado va más allá del acto en sí, tiene que ver con necesidad de intimidad y de comunidad al mismo tiempo.

Por Cristina Borda Rueda

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(Fuente: El Grito del Sur)

Nos encontramos en una brecha importante en la historia de la humanidad y es el despertar consciente de las mujeres y feminidades dentro del sistema que nos envuelve y nos oprime de forma omnipresente y omnipotente. Manejamos conceptos básicos que en su lógica interna anulan a la mujer como un ente sexual activo y lo convierten en uno pasivo, sin lo animal, sin fases, sin mecanismos y, por ende, sin deseo.

En este artículo no pretendo descartar teorías científicas que son de uso cotidiano, como por ejemplo que el hombre quiere y puede siempre, que su instinto le demanda, la búsqueda constante de pareja sexual para esparcir su semen o que la mujer siente celos emocionales y no así sexuales. Desde ángulos específicos, estas afirmaciones han sido comprobadas. Lo que está mal es la simplificación de la teoría para el uso, provecho y reproducción del patriarcado capitalista. La tarea principal de cualquier educadorx sexual es de traducir la ciencia a través de la lupa feminista que rehumanice a la persona y a su sexualidad. Para comenzar, debemos entender que el instinto y el impulso son dos figuras diferentes, con espectros de conducta diferentes. El diferenciar ambos constructos, nos ayudará a entender la dinámica sexual en los cuerpos.

El instinto es una fuerza de motivación que está ligada a la homeostasis interna del cuerpo. Es decir, que nuestro cuerpo en su conjunto tiene una balanza interna en donde absolutamente todo puede llegar a estar en equilibrio. Cuando algo sale de ese equilibrio, se crea una necesidad que genera consigo un mapa estructurado de comportamientos que probablemente serán ejercidos para conseguir devolver la homeostasis ideal. Por ejemplo: temperatura corporal, hambre, sed, sueño o el acto de amamantar. El impulso, en cambio, es una fuerza motivacional que no responde a la homeostasis interna del cuerpo, sino a procesos de aprendizaje, sociabilización e incentivos. Es aquí donde debemos aterrizar a la curiosidad, a la necesidad de lazos emocionales y a la sexualidad. Pero esto no significa que cuando hablamos de impulsos, no estemos hablando de procesos fisiológicos. La diferenciación se encuentra en el lugar en donde se generan ambas energías de acción. Mientras que el instinto es un asunto del sistema vegetativo, la sexualidad está encerrada dentro de lo que llamamos la Black Box, nuestra psiquis. Para definir la diferencia de una manera aún más exacta, podemos decir que los valores del equilibrio corporal interno son fijos, necesitaremos siempre 2 de alimento, 3,5 de agua, 5,2 de descanso, etc. Mientras que tal vez lleguemos a necesitar 3 de sexo un día y 8,3 al otro.

“cuando hablamos de consentimiento, estamos hablando implícitamente de sincronización ”

La siguiente pieza de fundamento que debemos conocer antes de impartir Educación Sexual, son los sistemas de potenciación. Cuando nos imaginamos que un instinto o un impulso activa un programa de comportamiento específico por sí sólo, este jamás será consciente, ni direccionado. Son los sistemas de potenciación los que determinan la correlación exacta entre impulso – reacción – consecuencia. Aunque se llamen sistema de potenciación, debido a diferentes factores externos e internos, la reacción que provocan puede aumentar la fuerza del impulso o disminuirlo. Desde mi punto de vista feminista, este detalle es de vital importancia al momento de determinar la participación de la mujer en las cuatro fases del acto sexual, puesto que el ser humano no es una próstata gigante que puede bloquear vivencias y necesidades de forma absoluta. La dinámica entre lo físico y lo psicológico crea una jerarquía de reflejos que es perenne pero cambiante en su ordenamiento según la necesidad. Es decir, en el momento en que el acto sexual encienda una alarma roja de peligro; el cuerpo receptor se contraerá de tal forma que diversas funciones fisiológicas que son necesarias para el disfrute del acto cesarán. Lo que toda persona debe tener en cuenta, es que cuando el sistema sufre un corte y pérdida de la motivación, la recuperación ocurrirá siempre en un mismo orden: de la cabeza a los pies. La sexualidad femenina no es un dilema parecido al de la gallina y el huevo. Para una mujer, primero está la mente, después el clítoris.

Ahora bien, cuando hablamos de consentimiento, estamos hablando implícitamente de sincronización. Mínimamente dos cuerpos deben cuadrar sus jerarquías conductuales que antes de estar ahí, han tenido que desarrollarse de manera individual y direccionada hacia ese momento. Suena hasta utópico, pero no es así, es un acto consciente en cuatro fases, haciendo a la última fase una de las más importantes porque define muchos aspectos socioemocionales.

La primera fase es la atracción sexual. En ella y por potenciadores externos como óptica, olor o emociones específicas como en el caso de la demisexualidad, se activan los andrógenos, la oxitocina y la vasopresina. No existe, por lo tanto, un consentimiento racional, tampoco uno inconsciente.

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La segunda fase es la conducta apetitiva. Tiene una basis química previamente alcanzada, pero su desarrollo es netamente psicosocial. La conducta apetitiva te une y mantiene cerca del otrx en un absoluto consenso mutuo. Si no es el caso, es simple acoso.

La tercera fase es la conducta copulativa o coito. Para el organismo masculino, se habla de coito cuando existe la intromisión y el orgasmo. La Educación Sexual debe abrir un espacio para la tematización del significado de “intromisión”, porque la palabra que se utiliza comúnmente es “penetración” y eso excluye al previo permiso de quien recibe como un acto extraordinario. Para el organismo femenino, el coito implica la vasocongestión, la lubricación y el orgasmo. Sin cruces, ni tapujos: ¿Lo sabían?

¿Cumplen con estos tres acontecimientos?

La vasocongestión femenina equivale a la erección del pene, sólo que quien se endurece es el clítoris. Este aumento de la presión arterial localizada es también la responsable de la lubricación. Por lo que, si una mujer no está fisiológicamente excitada, la intromisión será un real infierno para ella. Coito con una mujer inconsciente por excesivo consumo de drogas y/o alcohol es una intromisión unilateral dolorosa y altamente peligrosa, es una violación. La lubricación femenina es un proceso fisiológico fantástico cuyo mecanismo nos es distante, gracias a la producción química de lubricantes en el mercado se ha convertido en una función prescindible pero que nos guste o no, deja un hueco en el programa sexual fisiológico que debería recorrer una mujer y que significa a su vez un hueco en la vivencia psicoemocional plena. No enseñemos únicamente que existen lubricantes, enseñemos que existen estas fases y que toda mujer tiene el derecho y el deber para consigo misma de caminarlos, experimentarlos y disfrutarlos. El orgasmo femenino es un universo diverso, tal vez como el feminismo mismo. Lo importante aquí es conocer y saber diferenciar entre los ciclos sexuales de reacción entre organismos masculinos y femeninos.

En sí, ambos sexos pasan por cuatro fases: la excitación, la meseta, el orgasmo y la fase refractaria. La diferencia está en los tiempos y en la volatilidad de las curvas que puedan darse en el organismo femenino. Mientras que, en el organismo masculino, el orgasmo puede llegar rápido, casi obviando al periodo de la meseta y su fase refractaria puede durar de minutos hasta horas después del orgasmo; el organismo femenino necesita de un tiempo prolongado en la meseta para poder generar un orgasmo que no precisamente abre paso a la fase refractaria, sino que puede descender de vuelta a la meseta y trabajar en un siguiente orgasmo. Tematicemos entonces, cómo crear coreografía con la pareja para lograr una sexualidad plena, en vez de enfocarnos a satanizar al pene y su capacidad de fertilización. Sería la mejor manera para colocar al deseo y al consentimiento en el medio de la conversa de una forma implícita y sana.

Las tres disfunciones sexuales más recurrentes en las mujeres son la falta de interés sexual, problemas de lubricación y la falta de orgasmo. Las tres afecciones son claros productos de falta de información, falta de conocimiento propio y falta de consentimiento consciente y recurrente, desde la primera fase de atracción sexual hasta la cuarta, la conducta postcopulativa.

Debido al desface entre la fase refractaria masculina y la capacidad de orgasmo recurrente femenino, la intromisión puede llegar a quedar en un segundo plano durante el acto sexual. Las estrategias para afrontar esta situación pueden ser diversas, lo que queda constante, son las exigencias psicoemocionales de las partes involucradas. Un acto sexual deseado va más allá del acto en sí, tiene que ver con necesidad de intimidad y de comunidad al mismo tiempo. Las personas necesitan cuerpo y cariño, piel y calor. Pero necesitan también sentirse parte de un espacio habitado, de dejar la “yo-idad” por un momento y permitir precisamente una intromisión en tu individualidad. Yo pienso que la conducta postcopulativa puede llegar a ser la factura final en donde se vislumbra qué tanto deseo hubo y cuán consciente fue el consentimiento.

La evolución del ser humano y de la ciencia ha pecado de errores de lectura e interpretación positivando erróneamente características negativas del ser humanx. Logramos dominar la tierra, porque pudimos construir armas. Pero antes de un arma, estuvo la creatividad para imaginarla desde la nada. La Black box es un lugar maravilloso que debe ser explorado curiosamente por unx mismx, es allí donde podemos generar universos, uno de ellos, nuestra sexualidad. De esa manera la volvemos conscientes y el pene deja de ser entendido erróneamente como un arma incontrolable sesgada de instintos, supuesta sobrevivencia y evolución. El arma del patriarcado es su mente.

Por una educación sexual integral, deconstruida y explosivamente feminista.

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Cristina Borda es egresada de las carreras de psicología y pedagogía. Activista feminista interseccional y artista lírica.

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