Análisis - Sociedad

Martes, 19 de febrero de 2019

Ser boliviano… ¿Y eso qué significa?

“…no necesitamos uniformarnos para llamarnos ‘bolivianos’, porque significaría llenar el término con lo que parezca más ‘legítimo’ obligando a algo a ‘ser’ por medio de mutaciones. Ser boliviano… ¿Qué significa entonces?”

Por Delina Pineda Fernández

Cuadro Mamai Mamani (Fuente: Facebook oficial de Mamani Mamani)

Encantadora, atractiva, seductora, desgarradora y suspensiva, así es “Aluvión de Fuego”, una de las novelas más conocidas sobre la Guerra del Chaco, y una de las favoritas de los lectores de Óscar Cerruto. Sin duda, una verdadera obra de arte, tanto por la habilidad del autor de componer esa ficción realista boliviana tan exquisita, como por el estilo y forma de llamar a la reflexión de sentimientos profundos.

Hace unos meses en Cronistas Latinoamericanos publiqué una reseña de este espectacular libro, en ella he buscado relucir los argumentos más importantes de Cerruto en su novela, y para ello era necesario identificar su propósito fundamental: evidenciar la necesidad de una lucha por hacer Justicia. Esta lucha está respaldada por el paradigma marxista; a modo de recordar algo de teoría, tal paradigma se define por la lucha de clases, en la que el oprimido tiene el rol histórico de rebelarse contra el opresor. En esto consiste la Justicia Social, que permite construir la novela reconociendo a los personajes inmersos: los mineros y obreros son las clases oprimidas – en Marx, los proletarios – y la élite minera es la clase opresora – los burgueses –.

En este punto quiero aprovechar de invitar al lector a buscar la primera página de “Aluvión de Fuego”, donde Cerruto expone una maravillosa metáfora sobre el cielo y el mar, que son el indígena y el mestizo – explorada en mi reseña, si gusta leerla también –. En esa media página está definida la directriz del propósito fundamental: luchar por la Justicia es posible sólo si se reconoce que indígena y mestizo son categóricamente humanos.

Siguiendo a Cerruto, el propósito de éste análisis, como segunda parte de mi publicación, es reconstruir un pequeño periodo de la Historia de Bolivia con los ojos puestos en un protagonista: el indígena. Para ello propongo tener presente una consideración importante: dicho protagonista es el factor común de la sociedad boliviana, porque existía antes de la Colonia, y persiste luego de resistirla. Su pasado es nuestro pasado, y nuestra identidad viene también cargada de la que fue su identidad.

La identidad convertida en (o confundida con) nacionalismo

Por definición, una sociedad consigue su identidad por medio de vivencias colectivas con carga moral, cultural, étnica e histórica desarrolladas en un territorio; éstas vivencias crean momentos de intersubjetividad – interacción entre sujetos – que permiten a los individuos identificar inconscientemente un ideario de nación y llamarse, según Fernando García, “sujetos nacionales”; así, en las fallas inherentes a las vivencias colectivas están las obstrucciones al ideario de nación. Simplificando; si un gran grupo de personas encuentra que en su identidad como grupo hay historia, cultura e intereses compartidos, puede iniciar su camino a convertirse en una nación, pero si un grupo interno más pequeño halla una falla en alguna de las tres cualidades – es decir, no la comparte –, puede que no quiebre inmediatamente el camino al que van orientados todos, pero a la larga ya no será soportable, y habrá quiebre de todos modos.

Varios teóricos bolivianos de la primera mitad del siglo XX han identificado distintas fallas en nuestro camino a convertirnos en una nación, y determinar dichas fallas depende mucho de la construcción ideológica de la que partan. En el caso de Zavaleta - uno de los intelectuales más lúcidos del pensamiento político boliviano, en sintonía ideológica con Cerruto – la nación estuvo históricamente aprisionada y pisoteada por el Estado burgués, porque la concepción de nación simplemente no existía por encima de los intereses liberales y mercantilistas de la burguesía, por eso no era una posibilidad que esta nacionalidad residiese en los indígenas, no tenían ningún tipo de poder.

Cerruto muestra su aporte al posicionar al indígena como un sujeto constante a lo largo del argumento de la novela, es decir, no existe momento en el que éste desaparezca. Irónicamente, a pesar de que se encuentra en todas partes, no es posible identificarlo individualmente, Cerruto no lo hace. En la metáfora del cielo, el indio no puede ser domado ni tratado, es único, pero porque no se lo conoce o es poco lo que de él se sabe. Aquí es donde se registra una situación – post Guerra del Chaco – y una gran multitud histórica – indígenas – que no estaban para nada contempladas por las organizaciones políticas, por lo tanto, cualquier nación que fuesen a construir está errada en la base; esto significa que el diseño político, en tanto mal copia de la política formal europea, es incapaz de responder en territorio boliviano.

Así, según Zavaleta, a los ojos de Rodolfo Ortiz, es imposible dibujar un horizonte político formal óptimamente encarrilado si a la par no se comprende que no existe realmente una totalidad identitaria “boliviana”. Citándolo: “Bolivia es un país imposible porque es radicalmente heterogéneo, un territorio heterogéneo socialmente incognoscible, como seguramente otras sociedades también lo son”. Esa heterogeneidad, que René Zavaleta llama abigarramiento social, cultural y político, consiste en la coexistencia de diversas densidades temporales, entendidas como varias realidades regionales sucediendo al mismo tiempo, es decir, “cada valle es una patria”, el modo de vivir de cada pueblo que compone a Bolivia es tan distinto, que es imposible referirse a Bolivia como una sola.

Volviendo al ejemplo sencillo, si la mayoría en el grupo no trata de entender o pretende ignorar las razones de disgusto de la minoría, será insostenible cualquier tipo de organización. Lo terrible en el caso boliviano es que el grupo al que no se le dio ninguna consideración, era el mayoritario.

Ahora bien, Cerruto afirma que el indígena es un sujeto invariable, constante y siempre presente, como lo fue la lengua alemana para Fichte, lo que permite hallar en este sujeto, y en su interacción con el mundo mestizo y burgués, a los fundamentos de construcción de la política formal.

En la construcción de ese camino hacia la “nación boliviana” a través de la historia, intentando ponernos los lentes de mirada indígena, quizá van surgiendo algunas dudas; ¿será realmente posible que quienes deciden administrar al gran grupo conozcan todas las cualidades que aunarían a todos los grupos para así llegar al “ideario de nación”? ¿No es acaso un obstáculo importante el que los intereses fundamentales de un grupo sean totalmente opuestos a los de otro grupo? Si en cuestión de poder siempre existe asimetría, ¿acaso los más poderosos podrán resistirse a obtener siempre lo que ambicionan?

Si la respuesta a la primera pregunta es negativa, y a las dos siguientes es afirmativa, tenemos un problema: no puede darse el proyecto de nación al que se pretendía encaminar. Entonces, ¿qué queda? ¿Para qué hablar del indígena como sedimento identitario si no es útil a la aspiración nacionalista? Quizá no se trata de hacer funcional a la identidad. Quizá no se trata de crear discursos que busquen hacer pensar que es necesario encontrar un único vértice denominador, tal vez se trata más bien de reconocer la consistencia de las identidades implicadas, y de analizar qué carga identitaria personal posee cada uno cuyas virtudes están de alguna manera teñidas de un pasado necesario de reconocer.

En el ejemplo sencillo, si la mayoría entiende las razones de disgusto de la minoría, pero no las comparte, su misión no es hacerla desertar, ni cambiarle las razones, es hallar la manera de convivir en virtud de las razones que sí comparten. En suma, no necesitamos uniformarnos para llamarnos “bolivianos”, porque significaría llenar el término con lo que parezca más “legítimo” obligando a algo a “ser” por medio de mutaciones.

Ser boliviano… ¿Qué significa entonces?

Delina Pineda Fernández es estudiante de la carrera de Ciencias Políticas.