Opinión - Economía

Techos y suelos que las mujeres derribamos

Como comunidad, es nuestra obligación exigir el cambio. No sólo para nosotras, sino también para las mujeres que vienen.

Por Alejandra Vizcarra Jonsson

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(Fuente: pxfuel.com)

Techos y pisos que derribamos las mujeres

Hace aproximadamente un año decidí hacer una encuesta en mis redes sociales con una pregunta muy simple: ¿creen que una persona es pobre porque quiere? Sorprendentemente, de una muestra de aproximadamente 700 personas, el 15% contestó que sí, mientras el 85% afirmaba que era imposible ser pobre por decisión propia, que hay más detrás del nivel socioeconómico.

Esta pequeña encuesta me hizo adentrarme en una gran reflexión, ¿acaso los y las mexicanas realmente creen que la pobreza es meramente una decisión? ¿o serán algunos de mis contactos en redes sociales quienes viven una burbuja de privilegio y no pueden ver más allá? A partir de esta pequeña encuesta, decidí indagar un poco más sobre la movilidad social en el país.

Según el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) ─ instituto especializado en estudiar dicho fenómeno ─, la movilidad social se refiere al “movimiento ascendente de las personas de un nivel socioeconómico a otro. Se dice que una persona tiene movilidad cuando cambia su situación socioeconómica en relación a la del hogar en que nació.” Fue entonces cuando descubrí que afecta a millones de mexicanos, pero todavía perjudica más a las mexicanas… incluyéndome.

Elegí como objeto de estudio a las mujeres mexicanas, no sólo porque formo parte de este sector, sino porque somos las más afectadas por la carencia de movilidad social en el país. Según los resultados del Segundo Informe del Observatorio de Trabajo Digno, en México contamos con una brecha salarial del 16%, es decir, una diferencia de aproximadamente $800 menos que recibimos nosotras.

“41% de las mujeres se encuentran excluidas del mercado laboral porque no cuentan con ayuda extra (de los padres o de alguien externo) en el cuidado de sus hijos e hijas. ”

Sin embargo, la discriminación por género no para en el trabajo “formal”, sino que continúa en la casa. Culturalmente, somos las mujeres las encargadas de las labores del hogar y de cuidados, lo cual genera un fenómeno conocido como “jornadas dobles o triples”. Esto quiere decir que, además de trabajar, se nos atribuye como mujeres el deber de preocuparnos por la organización y mantenimiento de nuestro ámbito doméstico y familiar.

Otra determinante común de la exclusión laboral y la discriminación hacia las mujeres es la maternidad. Según la ESRU - EMOVI 2017 (estudio sobre movilidad social realizado por el CEEY), una de las razones por la que 41% de las mujeres se encuentran excluidas del mercado laboral es porque no cuentan con ayuda extra (de los padres o de alguien externo) en el cuidado de sus hijos e hijas. Como mujeres se nos asigna socialmente la tarea de criar a los hijas e hijos por completo, además de cuidar a las personas de la tercera edad que conforman la familia.

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La maternidad y los cuidados del hogar fomentan el fenómeno conocido como pisos pegajosos. Según Mercedes D’Alessandro, economista argentina, esta expresión hace alusión a las dificultades que enfrentamos las mujeres para despegarnos “de la base” e ir a buscar trabajo o prepararnos para conseguirlo. Uno de esos obstáculos es el tiempo que la mayoría de las mujeres dedican a los trabajos del hogar y de cuidados, haciendo más difícil su inserción al mercado laboral.

Pero la historia de exclusión laboral no termina ahí. Para el Instituto Nacional de las Mujeres, los techos de cristal son los obstáculos no escritos que impiden que las mujeres tengamos acceso a puestos de alto nivel en las organizaciones. En México, el consejo de administración en las empresas que cotizan en la Banca Mexicana de Valores sólo está conformado en un 4.56% por mujeres. Además, un estudio realizado por Camarena y Saavedra para la Revista de Estudios de Género descubrió que de las 500 mejores empresas para trabajar en México, sólo el 3% de ellas están dirigidas por mujeres.

Los factores que mencioné anteriormente son aquellos que sólo nos afectan a nosotras por el simple hecho de ser mujeres. Sin embargo, existen otros determinantes que nos afectan a todas y todos como el lugar de origen, el color de piel, el aspecto físico, entre otros. Estos factores son discriminatorios y excluyen a millones de personas del mercado laboral, generando una disminución en la movilidad social. Según el CEEY, 48 de cada 100 mexicanos que nacen en el nivel socioeconómico más bajo permanecen ahí.

La exclusión laboral y la discriminación hacia las mujeres es una problemática estructural e histórica que requiere de políticas públicas a largo plazo para generar un transformación en la sociedad. Algunas políticas públicas que se han implementado en diversos países para aumentar la inserción de mujeres al mercado laboral son: paternidad compartida, cuartos de lactancia, paridad de género, entre otras. Como comunidad, es nuestra obligación exigir el cambio. No sólo para nosotras, sino también para las mujeres que vienen.

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Alejandra Vizcarra Jonsson es estudiante de Relaciones Internacionales en el Tecnológico de Monterrey y practicante en el think tank TRANSVERSAL.

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