BIOGRAFÍAS

Una lectura breve de la vida y obra de Gustavo Rodríguez Ostria “Daniel” “Keynes”

Se despidió alegre de que las oligarquías políticas y académicas no hayan logrado comprender la historia. Se fue orgulloso de que su generación estaba consolidando el camino.

Por Raúl Reyes Zárate

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Gustavo Rodríguez Ostria

En noviembre del año pasado falleció uno de los pocos historiadores “marxistas” de Bolivia. Gustavo nació en La Paz dos meses después del 9 de abril de 1952, y dedicó su vida a ser cochabambino. Hijo de una “mujer de clase alta venida a menos, de la rancia oligarquía de Sucre” y de un mestizo indígena cuya madre de pollera y quechua hablante tenía una chichería en Cochabamba. Pasó su niñez y adolescencia en Cochabamba estudiando en los colegios La Salle y Don Bosco, y leyendo junto a su mamá Martha, las novelas de asesinatos y bandidos, especialmente las de Agatha Christie, jugando a conocer el asesino. Su compañera de vida y de lucha es la escritora María Lourdes Zabala Canedo, con quien tuvo dos hijos, Diego, dedicado a las letras, y Yara a las ciencias exactas, que siempre ameritaron su orgullo.

“Aquí estoy, aquí estamos”

Inició sus estudios de economía en la Universidad Católica de La Paz, aquel año del golpe de Banzer que intervino y clausuró las Universidades por más de un año. Sus ganas revolucionarias, junto a Ricardo Navarro, el Chamaco Gutiérrez y Carlos Toranzos, contra el golpe de aquel día de agosto decidieron su camino. Para cuando reabrieron las universidades, él estaba nuevamente en Cochabamba para continuar sus estudios en la Universidad Mayor de San Simón. Allí fue donde “Daniel” empezó a construir su militancia en el POR Posadas junto a Carlos Flores Bedregal, y a escribir su propuesta de tesis sobre el proceso de La acumulación originaria del capital en Bolivia, un enfoque marxista en nuestro país. Propuesta básica pero fundante en el destino de su pensamiento en una joven mente con formación marxista, trotskista, que decidió escribir desafiando al ojo vigilante de la Doctrina de Seguridad Nacional y a Karl Marx.

Reflexionó entonces sobre la factibilidad del capítulo XXIV de El Capital en su presente y en la historia boliviana. Creo que entonces fue cuando había encontrado su vocación de historiador. Con la ayuda ideológica de Sergio Almaraz y de Jorge Ovando comenzó a escribir por qué en Bolivia el capitalismo no había destruido las formas no capitalistas de producción y a pensar en su coexistencia. Así empezó a entender cómo el capitalismo es una maquinaria que no produce simplemente fuerza de trabajo, sino que lo hace despojando a los pueblos de sus nociones de tiempo, de cultura y de vida, para reconstruirlos como obreros culturalmente habituados.

Entonces empezó a escribir sobre este proceso en distintos espacios como el agrícola donde pronto ingresó en debate con las propuestas de Silvia Rivera y de Robert Jackson, a la vez que militaba en el Partido Socialista 1 del también desaparecido Marcelo Quiroga. Él había comprendido que sin teoría, el movimiento revolucionario no avanzaría y que su lucha ideológica debía ser anticapitalista-antiimperialista y que no era individual sino conjunta buscando su alter ego en las aulas universitarias. Por ello fue docente entre 1977 y 1995 y decano en la Universidad de San Simón siendo parte de la creación del Centro de Estudios Superiores Universitarios (CESU) en 1992.

Un pensamiento sin acción es pura ilusión

Escribió su primera tesis de maestría en 1980 con la asesoría de Rene Zavaleta Mercado para analizar las relaciones entre el Estado y la industria manufacturera entre 1952 a 1956. Al tiempo que rechazaba una beca en York, retornaba a Bolivia para organizar, junto a los compañeros de la Central Obrera Boliviana, la resistencia a la dictadura militar con panfletos y marchas. Continuó su trabajo escribiendo Socavón y Sindicato mostrando las formas de resistencia culturales de los trabajadores mineros ante la invasión del capitalismo durante los siglos XIX y XX. Preocupándose no solo de los asalariados sino también de los k’ajchas, de los trapicheros y desestigmatizar el rol de las mujeres compañeras del mineral, expresó cómo aquello se manifestaba en su vida cotidiana con el san lunes, con el martes de challa, en las farras de miércoles, adorando al tío el jueves; en el devenir de los conflictos en motines, revueltas, en la huelga organizada, la conformación de los sindicatos y las consecuentes masacres producidas hasta la década de 1940 cuando se crea la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia. Un trabajo que no se construyó solo leyendo documentos de archivos nacionales sino que se plasmó casi a través de los ojos mismos de quienes escribía.

En 1991, con su segunda tesis de maestría, con la tutoría de Manuel Contreras, su pensamiento estaba preocupado en la transformación de los espacios de Cochabamba y Santa Cruz. Estudio entonces cómo el sistema capitalista había logrado desestructurar el mercado interno transformando a Bolivia de una economía autosuficiente a una economía importadora de alimentos entre 1885 y 1932, es decir en el tiempo de la instauración del liberalismo. Idea que mostró a través del proceso histórico de la industria de la harina y del azúcar y que derivó en el estudio de la formación del campesinado parcelario cochabambino, debatiendo con los estudios del proceso andino de resistencia de los ayllus. Mostró cómo las costumbres y los hábitos vallunos como la chicha, fueron parte de la formación del proletariado minero y, también de las salitreras de Iquique. Ello se ramificó en estudios específicos como la elaboración de la chicha mal vista por la oligarquía en el desarrollo urbano de Cochabamba y en Vivir Divididos donde manifestó la fragmentación urbana y segmentación social.

Creo que este ciclo se cierra con el libro Capitalismo, modernización y resistencia popular en 2014, donde resumió la composición histórica del proletariado minero y el desarrollo del campesino valluno e incorporó al siringuero como el tercer actor producto de la expansión capitalista, esta vez en el espacio amazónico. Proceso calificado por él como una nueva conquista, como aquella iniciada en 1532, bajo el discurso de la modernidad. Libro que me atreví a prologar, cuando apenas nos habíamos conocido, inquieto de expresar que estábamos leyendo una nueva forma de entender la historia boliviana, no presidencialista, no lineal, no oficial sino con la de los vencidos, de los de abajo, de aquellos cuya voz se pretendió extinguir demasiadas veces.

Una frustración

A mediados de la década del 90 ingresó a especializarse en la educación superior con un curso en Gestión y Liderazgo Universitario en Chile. Fue Consultor del Programa de Reforma de la Educación Superior en el Ministerio de Educación de Bolivia, entre 1995 a 2003. Año en que fue designado como viceministro de Educación Superior hasta junio de 2005. El recordará después que “Fueron diez años de mi vida a pensar cómo reformar la Universidad, nunca llegue a nada, eso no es reformar”.

Durante esta década escribió las historias de las empresas cochabambinas de la Cerveceria Taquiña, de la eléctrica ELFEC, entre otras; y del ingreso de la modernidad que arribaba a Cochabamba en los vagones ferrocarrileros pretendiendo unir la montaña con las regiones del trópico cochabambino, del Beni y de Santa Cruz. Regiones en las que habíamos coincidido por mi trabajo sobre la biografía del Gral. Federico Román Calderón.

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“Nunca dejas de ser militante”

Con el nuevo milenio desarrolló la faceta antiimperialista de su pensamiento. Le tomó 6 años escribir sobre Teoponte para mostrar la aventura de la otra guerrilla guevarista. Y su apasionamiento por Tamara, Laura, Tania, del Ejército de Liberación Nacional y de sus historias contradictorias; y por entender junto a Carlos Soria Galvarro y Paco Taibo la guerrilla del Ché, su pensamiento y el resto de sus labores. Se dio cuenta de que no todo estaba escrito y de que lo escrito hasta ahora estaba sujeto a suposiciones, mitos, historias no documentadas. Más de una década duró el recorrido por los archivos desclasificados de diferentes países involucrados en el contexto de la guerra fría, ya cooptados por Estados Unidos como de los del grupo socialista; además de ubicar lugares de reuniones “secretas” y sostener entrevistas con gran parte de los sobrevivientes involucrados en ambos bandos o con sus familiares y amigos cercanos. Las más de 600 páginas están pronto a ser publicadas.

Su trabajo no estaría completo sin escribir el documento marco sobre el despliegue del Plan Cóndor en Bolivia que sirvió de base para la formación y el trabajo de la Comisión de la Verdad. Estaba ansioso por ser parte y conocer la memoria final de la Comisión y muy inquieto para leer los cientos de expedientes que se había logrado reunir para conservarse en el archivo de la Vicepresidencia.

“…todo está escrito antes en mi cabeza”

El ejercicio investigativo de tres décadas sumado a su autoexigencia lograda solamente con alta disciplina, lo llevaron a cumplir la misión de la integración binacional con el Perú como embajador del Estado Plurinacional. Al mismo tiempo escribió varios artículos académicos como para la prensa citadina de La Paz y Cochabamba anunciando tres nuevos libros de los que dos fueron ya publicados. Uno de ellos explica el proceso histórico de la nación Yuracaré en la larga duración, complementando la colección Scripta Autochtona de las historias de las naciones orientales y del chaco. Libro que está escrito siguiendo los procesos de evangelización y de colonización dentro los proyectos civilizatorios de dos siglos. El otro, es el cúmulo de sus reflexiones contantes sobre la historia de los trenes y tranvías en Cochabamba.

Su último libro, quizá por el que ha mostrado mayor apasionamiento a lo largo de estos años, ha sido el que dejó listo para la imprenta que trata sobre el gobierno de Gualberto Villarroel donde revisa, reconsidera y profundiza el conocimiento de la relación con las naciones indígenas, con los sectores proletarios y con la oligarquía que montó el golpe del 21 de julio; momento que en nuestras discusiones encontramos que el plan tenía características similares a la que vivimos recientemente.

Aparte de rescatar para la memoria la participación de los amarillos del Batallón “Sucre” durante la guerra del Pacífico, de los soldados, de sus compañeras las rabonas y de su sacrificio heroico; en su trabajo de embajador gestionó y conformó la organización de los gabinetes binacionales que benefician al Estado Plurinacional de sobremanera, con el objetivo claro de profundizar la integración boliviano peruana. Es posible que lo haya hecho con el aura de Santa Cruz y del intento confederativo de 1880 del cual habíamos encontrado archivos no conocidos que estaba decidido a publicarlos. Por ese trabajo de comunidad binacional recibió “El Sol del Perú” paradójicamente emitida por el gobierno peruano al tiempo que el gobierno de facto boliviano lo retiraba del cargo sin siquiera considerar su dolencia.

Alto, de porte poco atlético, con una mirada camuflada por los lentes y una sonrisa tenue. Observador, inquieto, con el interés de mantenerse siempre informado sobre el acontecer nacional, durante los últimos 6 meses se había dedicado a ser un influencer del Facebook difundiendo las historias de Cochabamba, obligado a vivir en el barrio miraflorino de Lima por la situación pandémica. El único viaje fuera de su departamento era a la clínica para el doloroso tratamiento que lo debilitaba cada vez más.

Se despidió alegre de que las oligarquías políticas y académicas no hayan logrado comprender la historia, seguro de que se arrepentirían de no haberlo aplazado en su defensa de tesis del 77. Se fue orgulloso de que su generación estaba consolidando el camino.

Una de esas veces él dijo que la reflexión sobre la memoria y la escritura es constante, que “un libro es como un barco que navega en un mar. Hay libros que no salen del puerto, otros que se hunden a la mitad y otros que llegan a buen puerto, eso depende de los lectores” no de uno.

La madrugada del 14 de noviembre cerró el ciclo que había iniciado 40 años antes contra la dictadura, feliz de que su lucha continúe.

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Raúl Reyes Zárate es Historiador. [email protected]

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