Opinión

Volver a Frida Kahlo

Sin embargo, hay que cuestionar e interpelar esa narrativa de que Frida fue la eterna sumisa, efectivamente existió lo que hoy conocemos como dependencia emocional, pero nunca se habla de sus decisiones profundamente autónomas

Por Anahi Alurralde Molina

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(HeyJaquie vía DeviantArt)

Debo advertir a la persona que está empezando a leerme: que este escrito es fruto de delirantes lecturas, de permanentes reflexiones, de diversos sentí-pensares, pero sobre todo es producto de la pasión. Si, la pasión porque voy a hablar de Frida Kahlo, y para hablar de ella puedes carecer de todo menos de una visión apasionada de la vida.

Hablar de Frida para volver a ella

Quizá muchos se pregunten, ¿qué más podría decirse de la mexicana Frida Kahlo, la del eterno altar al sufrimiento, la mujer que vivió en perenne sumisión. Aquella cejeñuda que el capitalismo se ha encargado de folclorizar, de crearle falsos mitos, de comercializarla, reducirla y banalizarla, por eso hay que hablar de ella, de la Frida de las dualidades, la del diario y las escrituras, la de los autorretratos, la de las ofrendas a lo femenino, la de las cartas amorosas, la del gusto por la naturaleza, la militante de izquierda, la amiga de las buenas causas, aquella también fue hija, hermana, tía, la que estuvo rodeada de afectos que la sostuvieron hasta sus últimos días.

Hay que hablar de Frida porque a 114 años de su natalicio, su memoria merece que la desfolcloricemos, que la desmitifiquemos y la entendamos como la Frida de la que se habla todos los días; en la reunión de amigos, en los círculos feministas y no feministas, a la salida del cine; la Frida puesta en escena, la que inspira la imaginación y la simbología de otros artistas, la Frida que habla de su psique y de su cuerpo, la Frida que enciende el debate, que vivifica las palabras del crítico, de la biógrafa o la del cronista, aquella que con su historia exalta los corazones de quienes la admiran y la odian. Por eso quiero volver a la historia de la friducha, porque como leí alguna vez “Si se le rasca tantito, todas tenemos al menos dos infinitas Fridas en el interior”.

La niña pata de palo en Coyoacàn

Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, una mezcla hispanomexicana- alemana, la tercera hija del matrimonio Kahlo- Calderón. Su padre Wilhelm Kahlo alemán, en 1872 decide viajar a México buscando otros horizontes, hispanizó su nombre llamándose desde ese momento hasta su muerte Guillermo, su madre Matilde Calderón originaria de Oaxaca, fue la mayor de 12 hijos, educada religiosamente para contraer matrimonio en el plazo deseable y mantenerlo para siempre.

¿Por qué Magdalena Carmen Frida? La historia de su nombre tiene una leyenda singular que merece ser contada: Su padre insistió en que debería llevar un nombre alemán, eligió Frieda, que significaba paz, sin embargo, el día del bautizo, el cura al escucharlo quedó absorto y sin reflexionar mucho expresó: lo lamento, ese nombre no está en el santoral. Matilde, mujer religiosa quedó horrorizada; los demonios perseguirían a la pobre niña si no la bautizaban, no podría escapar del infierno, era impensable. Hubo discusiones que finalmente llegaron a un acuerdo: aunque con nombres religiosos previamente, llevaría el nombre de Frieda, que al traducirlo tiempo después quedaría como Frida. La niña salió de esa iglesia bautizada como Magdalena Carmen Frida, los dos primeros para el bautismo, el tercero para la vida.

Cuando Frida hablaba de su niñez alguna vez contó que fue maravillosa, aunque varios relatos revelan lo contrario, pero no nos concentraremos en eso. Su infancia transcurrió en Coyoacán que en esa época estaba a una hora de la ciudad de México. Recibió mucho amor y empatía de Guillermo, él siempre supo que ella sería especial, Matilde por su lado nunca entendió la vitalidad descomunal de Frida, nunca fueron amigas, pero se quisieron a su manera.

A los siete años le diagnostican poliomielitis después de una caída en Chapultepec, una de las piernas queda más delgada que la otra, empieza a desarrollar una leve cojera. Los dolores fueron intensos, alguna vez que habló de esto afirmó: “lo que es seguro es que aquel día el dolor entró en mi cuerpo por primera vez”.

Empezaron las burlas, empezó a conocer la crueldad del mundo. En la escuela la llamaban Frida pata de palo. Carlos Fuentes afirmaría: “México tiene una particular y peculiar capacidad para ejercitar la malicia, ridicularizando al prójimo especialmente al baldado, al imperfecto. (Yo aseguro que Bolivia también la tiene, y pronto escribiré para profundizar en eso)

Este es uno de los acontecimientos que van a constituir la personalidad de Frida, la poliomielitis le exigió adoptar una estrategia de supervivencia, habría que disimular la cojera llevando unos calcetines muy gruesos para ocultar la delgadez de las piernas y caminar dando saltitos para parecerse a las demás. Esto explicaría también más adelante las largas faldas. Además, le tocó ser más traviesa, más divertida, no temer utilizar palabras groseras, hacer reír, provocar. Empezaba a darse cuenta de que ella sería especial, que su vida no transcurriría en el equilibrio normal.

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La eufórica adolescencia y la tragedia

A los 15 años Frida era una adolescente sin duda frágil, pero valiente y voluntariosa, un tanto áspera, con labios sensuales, cejas juntas que remarcan dos ojos profundamente radiantes, cabellera larga y negra que pronto fue sustituida por un corte de melena, sin duda no pasaba inadvertida. En 1922 ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria, en ese tiempo pocas mujeres lo lograban, Frida es una de las treinta y cinco primeras mujeres que estudió ahí entre dos mil estudiantes. Allí se impregnó del renacimiento cultural, del aire de muchos intelectuales, filósofos, escritores, músicos y poetas que se esforzaron en crear una fisonomía y cultura mexicana post revolucionaria.

Hay que destacar a Alejandro Gómez, quien fue su refugio afectivo por bastante tiempo, Alejandro fue el primer receptor de las tan mentadas cartas de amor de Kahlo, antes de aquel muralista del que casi no hablaremos. Alex, como ella lo llamaba marcará huellas muy importantes en Frida, será su eterno recuerdo, su añorada evocación, su más dolorosa ausencia. Las secuelas de su infancia se empezarían a reflejar en esta etapa; Frida tenía la necesidad desenfrenada de reconocimiento, una inmensa necesidad de amor.

Quizá Alex es tan importante en la vida de la friducha porque está con él en ese fatídico 17 de septiembre de 1925, una tarde lluviosa donde ambos arribaron a un primer coche, Frida se bajó; olvidó la sombrilla, y se montaron en el siguiente, esos autobuses modernos, que son más rápidos que los antiguos tranvías. Minutos después, un trolebús arremete contra el coche en el que iban los felices novios, amigos y confidentes, el choque es bestial, el autobús queda partido en dos.

Las consecuencias para Frida: fractura de la tercera y cuarta vértebras lumbares, tres fracturas de la pelvis, once fracturas en el pie derecho, luxación del codo izquierdo, herida profunda en el abdomen producida por una barra de hierro que penetró por la cadera izquierda y salió por la vagina, desgarrando el labio izquierdo. Gerard de Cortanze afirmaría: Aquella tarde del 17 de septiembre el cuerpo de Frida Khalo se rompió. El alma encontró refugio en el rostro, y una nueva forma de expresarse: la pintura.

Jamás pintó sueños, pintó su propia realidad

A partir del accidente el dolor, el cuerpo, el coraje y la presencia de la muerte formarán temas dominantes en su vida y en su obra. Su sueño de estudiar medicina queda atrás, definitivamente todo había cambiado, pero no tardó mucho en re direccionar el camino con las nuevas características que el destino le impuso.

Vamos a volver a Matilde, la madre fría e inestable, porque es ella que sin saberlo tiene una idea que definió un futuro, le da a Frida la herramienta que le permitió entender su vida después del accidente. Manda a fabricar encima de su cama una especie de caballete dotado de un sistema que permitía a Frida pintar acostada y con un espejo en el cual se podía ver.

¿Qué significó esto? Cuando Frida vio su imagen cerró los ojos ya que no podía volverse en la cama para esquivar el reflejo. Así como alguna vez lo hemos nosotras, aunque sea una vez en la vida, evitando un rostro o un cuerpo atormentados por el dolor o por la culpa. En cuanto levantaba los ojos, Frida veía a Frida, espejo implacable, compañero imprudente, había que hallar un modo de convivir con él, y su primer paso fue detener la mirada frente a ella y observarse, surco por surco, los mínimos gestos, así nacen los autorretratos que serán parte fundante de su obra.

Hoy podemos decir que éstos pueden verse como autobiográficos, para conocer a Frida sin duda hay que analizar esos cuadros donde ella se refleja, se define y cuenta en cada uno un trozo de su vida. Un crítico de arte afirmó: Al contrario de Picasso o Van Gogh, ella no escruta su cara, se muestra y expone un personaje que tiene sentido, que sufre, que desafiante se enfrenta al espectador y aunque son raras las veces, también se esconde.

Lo que se ha olvidado: Su autonomía y sus resistencias

La pintura le abre un nuevo mundo a Frida, empieza a reinventarse, conoce un circulo distinto, empieza a militar en el partido comunista, conoce a Tina Modotti, una conocida fotógrafa social revolucionaria, se hacen íntimas y es en su casa donde inicia relaciones con Diego Rivera, aunque sus primeros encuentros se dan años atrás en la preparatoria, pero no quiero profundizar en Diego ni en las versiones de su romance.

Rivera constituyó una parte elemental de su historia, es innegable, ella misma lo dijo; tuvo dos accidentes en su vida, el primero en el autobús, el segundo fue él y fue el peor. Sin embargo, hay que cuestionar e interpelar esa narrativa de que Frida fue la eterna sumisa, efectivamente existió lo que hoy conocemos como dependencia emocional, pero nunca se habla de sus decisiones profundamente autónomas. Nunca se cuenta que fue ella quien propuso el puente en la casa donde vivieron con Diego, la casa de San Ángel, esa que hoy es conocida como Museo Casa estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. Ese puente que para ella simbolizaba la independencia de su cuarto propio, de su tiempo para pintar, para crear. Ella tuvo el suficiente discernimiento crítico para decidir que su espacio no era negociable y no lo fue.

Nunca se menciona que en los periodos de separación con Diego ella supo mantenerse económicamente y que nunca mendigó. Olvidan, además, que cuando estaba separada de Rivera, fue el periodo más fecundo de su vida artística, quizá pintaba desde el dolor, pero decidía reinventarlo y ahí está lo maravilloso, Frida decidía a través de sus obras parirse a sí misma más de una vez.

Y con esto no pretendo minimizar la miseria de Diego como hombre, en lo absoluto. Sólo planteo que antes de juzgar a Frida sólo desde su relación amorosa, nos atrevamos a preguntarnos ¿Cómo entendió el amor la friducha? después de conocer su historia, sus dolores de infancia, sus avatares en la adolescencia, el dramático accidente que la rompió ¿Podemos juzgar su formar de amar? Yo no me atrevo porque he entendido que todas actuamos en el amor desde las herramientas emocionales que vamos construyendo, desde nuestro banco de microhistorias donde hay heridas y cicatrices.

“Olvidan, además, que cuando estaba separada de Rivera, fue el periodo más fecundo de su vida artística, quizá pintaba desde el dolor, pero decidía reinventarlo y ahí está lo maravilloso, Frida decidía a través de sus obras parirse a sí misma más de una vez.”

Frágil como las alas de una mariposa, ácida como la amargura de la vida

Voy a finalizar este escrito enfatizando en la necesidad de volver a Frida, conocer su historia para entender su obra, para comprender su mundo, ese universo colorido, frágil y a la vez de acero que simbolizó para sobrevivir.

Hoy quise volver a ella, escribir sobre una parte de su vida, porque se lo debo a su memoria, a su legado, ¿Por qué se lo debo, se preguntarán? porque a través de su historia y de sus obras he comprendido que después del desequilibrio una sigue soñando, un poco a pesar suyo, una se agarra de un salvavidas, de la salvación imaginaria, y justo cuando una está por ahogarse, en la superficie siempre se vislumbrará algo que nos haga resurgir.

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Anahi Alurralde Molina es escritora, feminista y cientista política

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